Vivir en paz trae consigo muchos beneficios, pero como dice un antiguo dicho, "si uno quiere vivir en paz, debemos prepararnos para la guerra".
Ningún vecino por más que a lo largo de los años haya mostrado su amistad, termina siendo confiable. La coyuntura y las circunstancias pueden cambiar con el paso del tiempo y necesidades y escaseces pueden transformarse en motivos de enfrentamientos y odios insalvables.
El Peru por décadas tuvo incluso conflictos bélicos (1941, 1981 y 1995) con Ecuador hasta que sus Presidentes, Fujimori y Mahuad, tuvieron el acierto histórico de firmar la paz, que nació de una necesidad histórica, realismo y buena voluntad. Este Acuerdo de Paz fue una de las grandes obras del Presidente Fujimori y cuyos frutos se ven ahora. Yo mismo, en un viaje que hice a Guayaquil hace seis años, pude constatar el cambio de actitud hacia nosotros los peruanos.
No volvieron a perderse vidas en la frontera, el comercio se multiplicó y cientos de familias asentadas en la frontera volvieron a vivir en paz.
Hoy vivimos una situación similar a la que vivimos peruanos y ecuatorianos. Esta vez y desde 1948, la enemistad y el clima de odio sigue produciendo muerte y destrucción en el Medio Oriente. Esta vez el detonante fue el ataque terrorista artero del 7 de octubre del año pasado que tuvo como consecuencia cientos de muertos asesinados y la destrucción de decenas de asentamientos. Israel ejerció su legítimo derecho a la defensa y desde esa fecha viene atacando diversos puntos en países vecinos y enclaves, desde donde el terrorismo promovido y financiado por Irán y Qatar (asolapadamente) ataca diariamente objetivos civiles en territorio israelí.
Frente a ello algunos países y organizaciones internacionales están promoviendo ingenuamente (¿solamente?) un "alto al fuego". ¿Para qué? ¿En busca de una paz verdadera o para que los enemigos de Israel ganen tiempo y vuelvan fortalecidos a querer destruir Israel, como es su público objetivo?
Como dijimos la paz se construye sobre la confianza y negociando con las cartas sobre la mesa y no con agendas escondidas. Mientras no sea así, ningún tratado es duradero ni menos asegura nada.
Pero si la paz entre los países es una necesidad, lo es también a todo nivel y aún en circunstancias como la deportiva.
Para algunos, apelar a un supuesto compadrazgo (ya inexistente desde hace años) es suficiente; la realidad les golpea la cara y su ingenuidad es digna de mejores causas.
Desde el 8 de noviembre del 2023, hinchas, dirigentes y allegados del club aliancista no supieron procesar una derrota (en su propia cancha y con apagón incluido) y transformaron su frustración en una campaña de odio, mentiras y desinformación; al punto que "su objetivo del 2024" (fallido por cierto) fue evitar que la U campeonaría en su Centenario.
Hoy, tras unos nombramientos en el club victoriano, algunos esperan que se inicie una época de distensión y relaciones respetuosas. Sería ideal que en el 2025 no haya más acusaciones sin base y reclamos altisonantes pero nada hace presagiar ello; máxime que el 2024 está acabando con otro "objetivo para el 2025" ("vamos a evitar que la U tricampeone").
La rivalidad nacida en 1928 en un Clásico siempre existirá pero el grado de inamistad, fruto de las campañas aliancistas, solo se superará en la medida que haya un verdadero cambio de actitud de los victorianos, algo que dudo ocurra y es más, no creo que sea deseable por ellos, pues sus fallas y falencias son cubiertas por ello.
Veamos!
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