En forma extraordinaria y en homenaje al gran TOBI BONAPARTE público un sentido escrito de su mamá humana, Lourdes.
Tardes frías de Libertad y Café: Carta de despedida para Tobito y para todos los compañeros leales de 4 patitas que partieron en este mes de junio.
Ayer fue el solsticio de junio, sin duda el día más largo, frío y gris del año. También ayer fue el cambio de estación, el otoño dio pase al invierno en el hemisferio sur y en el norte empezó el verano. Ayer también a las 2.45 p.m. de una tarde doblemente fría para nosotras, partió Tobito de los ojitos de luna llena, después de 17 años 5 meses y 1 día de maravillosa y sorprendente vida de puro amor y lealtad total.
Hoy con el corazón y la mente mas aquietados, deseo hacer un homenaje a este bello ser de luz, que en estos largos años nos mostró que hay diversas formas de amar, de entregar lo mejor de él y ver la vida con más simplicidad, pero con más detalle.
Tobito querido de los ojitos de luna llena:
Ya no estás aquí pero sin embargo, tu olor aún lo llena cada espacio de la casa. Por ratos sentimos tus pasitos lentos, pero firmes, pero la realidad es otra, porque ya no estás y ese vacio que dejaste pesa como una gran piedra en el pecho, aún el nudo en mi garganta está presente y el silencio que dejaste enfría aún más el ambiente.
Ayer partiste. Y aunque sabíamos que este momento llegaría, no estábamos a listas. Porque ¿cómo se despide una de quien jamás se fue? ¿Cómo se dice adiós a quien fue alegría, lealtad, consuelo y el compañero más amoroso, sin pedir a cambio nada, solo caricias?
Llegaste a nuestras vidas cuando todo parecía normal, a pedido insistente de Irina, que deseaba un regalo especial , tener un ser vivo a su lado, un caniche. Un 02 de abril del 2008, previo al cumpleaños de ella, llegó el regalo ansiado (un hermoso canichito de apenas dos meses, de un blanco intenso y nariz de motita y de ojos bellos de negro intenso). Entonces Irina recién empezaba la primaria.
De inmediato se ganó nuestro cariño y atención y con el tiempo se convirtió en algo extraordinario, único e irrepetible.
Tobito querido no fuiste mascota. Fuiste hermano, guardián, cómplice, medicina y terapeuta de Irina y de paso de nosotras. Para muchas de las amistades fuiste el gran “Chamancito” porque con tu presencia, caricias y calor curabas sus penas y males.
Nos enseñaste a ver la vida desde otro lugar: desde la mirada que abraza, desde tus ladridos que irradiaban alegrías y cortaban los silencios, desde la simpleza que acaricia el alma.
Tú no necesitaste hablar, para decirnos todo lo que sentías.
Nos hablaste con tus ojitos —que eran dos lunas llenas—, con tus pasos suaves, con tu intuición que siempre llegaba justo cuando más te necesitábamos, al mover tu colita de diversas formas y con el movimiento de tus orejitas.
Nos enseñaste que se puede amar sin condiciones, cuidar sin pedir, estar sin invadir y sanar con solo estar cerca. Fuste un dador de amor y caricias a quienes pasaban por tu lado, sin importar quienes fueran. ¡¡Generosidad total!!
Fuiste testigo de tantas etapas de la vida y fundamentalmente en la vida de Irina. A tu lado empezó la primaria, la secundaría, la universidad y ahora ya toda una profesional, pero también estuviste presente en los momentos de tristeza, de irreparables partidas, como fue la partida del gran José, el padre amoroso de Irina y esposo y compañero de tu mamá humana Chemita y tu líder alfa. En esos años de dolor, asumiste tu papel de protector, guardián silencioso, abrigo emocional de las dos y las cumpliste con creces.
Cuando la vida dolía, los vacíos de esa partida eran tan letales, tú multiplicabas tu amor.
Te hiciste fuerte para sostenerlas. Valiente para acompañarlas. Leal como pocos. Podría escribir todo un libro, solo de esos episodios que nos llenaban de emoción y de gran admiración, y nos recordabas al mítico Tarzán, (un hermoso pastor alemán) que, al partir mi amado PADRE, lo buscó por meses y al no encontrarlo murió de tristeza y cansancio. Imagino que Tarzán te recibió y deseo creer que así fue y me tranquilizó.
Querido Tobito, a mí me disté más de lo que imaginé recibir. Tus grandes fiestas de alegría cuando llegaba a casa, dabas decenas de saltos, me dabas lengüetazos, te acurrucabas a mi lado en los días grises que tenía, cómo lo sabias, no lo sé y hasta ahora tampoco entiendo como podías reconocer el motor del carro y esperar en la ventana a pesar de que faltaban varias cuadras para llegar, asimismo cómo sabías que faltaba poco para llegar a casa de Magdalena y pedías abrir la ventana del carro y colgarte en la ventana ladrando de alegría, con tus largas orejas que bailaban al compás del viento. A estas increíbles incógnitas le siguen una gran lista.
Fuiste en la pandemia compañero y asesor de Sosito, cuando dictaba sus clases. Estabas a su lado, escuchando con atención esas lecciones de pedagogía, sociología, inclusión. Al verte tan atento nos causaba tanta admiración.
Sin duda tú al igual que tus coleguitas de 4 patas, están en un nivel superior a la de los humanos, simples y concretos.
Después de tantas despedidas abruptas —mi amado padre, mi hermanita, mi madre—, creí que la muerte ya no me tomaría por sorpresa. Pero contigo fue distinto.
Porque tu vida fue larga, intensa, compartida, porque no te fuiste de golpe, sino que te fuiste apagando despacito, con la misma dignidad con la que viviste. Y eso duele distinto. Duele con memoria, con serenidad y con silencio
Gracias totales por tanto y tanto. Por no fallar jamás, por dar siempre lo mejor de ti. Por acompañarnos más allá de lo que un cuerpo puede soportar. Por enseñarnos que los verdaderos ángeles no tienen alas, tienen patitas y orejitas largas como tú.
Hoy el cielo tiene un nuevo guardián, leal, amoroso y valiente como pocos y nosotros, aunque con el corazón hecho pedazos, te soltamos con amor.
Tu huella es eterna y tu vida Tobito fue un regalo que siempre agradeceremos a la vida.
Misión cumplida con creces y siempre estarás presente en nuestros recuerdos y miles de anécdotas.
Con agradecimiento y admiración, LU.
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