Ayer haciendo la cola en una tienda Mass conversaba con un joven y coincidimos que la crisis que vivimos de una u otra la venimos afrontando gracias a los avances tecnológicos.
Transferimos dinero online, conversamos con familiares y amigos que están a miles de kilómetros vía Whatsapp, enviamos textos por las redes sociales, compramos online, nos enteramos de las noticias al segundo (lástima que muchas sean tristes hoy en día). Escuchamos música y opinamos sin restricciones.
Estamos aislados pero no incomunicados, sin embargo el contacto face to face es irremplazable. El abrazo, el beso y el apretón de manos se extraña.
Pero por más qué sirva, la tecnología ha unido lo distante pero alejado lo cercano. Hoy que vivimos este encierro no deseado, tenemos la oportunidad de conversar con la familia, jugar juegos olvidados (ludo por ejemplo) por el uso del smartphone.
Siempre las crisis nos dan oportunidades. De hacer cosas, de ser mejores y también de crear riqueza. Que esta etapa de nuestras vidas sirva para ser generosos, ser empáticos, para reencontrarnos con Dios si nos hemos alejado de su Plan de Vida.
Recuerden que no es hora solo de los hombres. Es la Hora de Dios sobre todo.
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