Los peruanos hemos escuchado en estos últimos 25 años sobre el boom gastronómico. Iconos mediáticos, restaurantes premiados, decenas de nuevos productos conocidos, cocinas regionales y cientos de millones en inversión y ventas. Un éxito.
Sin embargo, pocos nos acordamos de los anticucheros como Grimanesa, los emolienteros y vendedores de desayunos en decenas de esquinas de Lima y el Perú entero, los cevicheros, los vendedores de choclos, papas y huevos, los vendedores de dulces tradicionales, los sangucheros incluídos los que venden hamburguesas con "todas las salsas", los chiferos, los que vendían "siete colores" hoy convertidos al altar gourmet, los que venden Chanfainita en Canevaro, las carpas y carretillas que venden Caldo de Gallina como lo hacía "La Carpa Azul".
Hasta hace poco Mistura les dio un espacio pero el cierre (?) temporal de esta feria los ha vuelto al anonimato. Para el Estado no existen. Crean empleo pero muchas veces no tributan y causan problemas de limpieza y salubridad. Los municipios salvo pocos casos, no actúan como promotores.
Algunos burócratas se aferran "a lo que dice el reglamento" pero no piensan ni son creativos para formalizar adecuádamente a estos empresarios. Es hora que se inicié un adecuado camino hacia esa formalización. Ganarán todos. El Estado recaudará impuestos hoy no pagados, los puestos de trabajo no serán precarios y contarán con adecuadas coberturas pensionarias y de salud, los consumidores tendrán mejores productos y será oportunidad para que los empresarios crezcan de la mano de diversos actores como instituciones financieras, proveedores y otros.
Demos el paso y todos ganaremos.
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