Recién al día siguiente de su derrota, la candidata del partido Demócrata Harris se dirigió a sus partidarios sonriente, aparentando satisfacción por unos resultados que evidentemente han sido desastrosos.
Está claro que un líder no puede caerse ante sus seguidores y aún en las horas más duras su deber es dar la cara (en su debido momento) y junto con ellos asumir las responsabilidades de una derrota y ofrecer un camino de lucha para persistir para lograr los objetivos deseados.
Bien por Harris pero ello debió ir acompañado de - aunque sea- una pequeña autocrítica y -quizás- reconocer que sus propuestas no son lo que necesitan los Estados Unidos y menos la humanidad. Está claro que un sector del Partido Demócrata persistirá en "luchar" , entre otras cosas, por un supuesto derecho que va contra el principal derecho de un ser humano, nacido o no, vale decir el derecho a vivir y no ser asesinado antes de nacer. Ese no es ningún derecho y menos implica que "una mujer decida sobre su cuerpo" porque un ser humano en gestación NO ES SU CUERPO sino una vida independiente.
La derrota de Harris no es para esbozar ni siquiera "falsas" sonrisas sino para un mensaje firme y sereno; pero sobre todo con propósitos de enmienda. Estamos hablando de una derrota catastrófica: derrota en la votación popular, 312 a 226 votos en el Colegio Electoral y control Republicano absoluto en ambas cámaras del Congreso. Si eso no merece una autocrítica ante las cámaras de televisión del mundo, entonces ¿qué?
Ofrecer una transición pacífica y colaborativa, en circunstancias como las descritas, no es ninguna dádiva ni favor; sino todo lo contrario, una obligación.
Los Estados Unidos de Norteamérica requieren un golpe de timón de 180 grados, su economía debe dar frutos para sus millones de habitantes, volver a ser la Primera Potencia del Mundo, en donde primen Valores como la Defensa de la Vida, la vigencia de la Familia y los Valores que los hicieron ser fuertes y seguir siendo "la tierra de las oportunidades" pero con orden y respetando la Ley.
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