Uno de los rasgos que distingue a los grandes pueblos es la disciplina reflejada en el cumplimiento del deber pese a tener que asumir costos pasajeros y la obediencia a las leyes y normas. Solo así pueblos como el japonés o alemán se levantaron de los escombros tras la Segunda Guerra en menos de 20 años.
Es algo que debemos aprender cómo Nación y reflejarlo en cosas tan sencillas como acatar las normas de tránsito o indicaciones ante la posibilidad de ocurrencia de fenómenos naturales.
Las consecuencias de ello se refleja en el accidente de tránsito de ayer que dejó muertos y heridos y la estúpida respuesta de una señora que llevó a su nieto a la playa para que "presenciara un tsunami". Cuanta ignorancia y anomia hay reflejada en estos dos casos.
Es necesario por tanto cambiar el chip de las autoridades, demasiado flexibles a la hora de castigar a infractores de las normas de tránsito y cuando hay que castigar el incumplimiento de indicaciones tan básicas como alejarse de lugares donde se puedan producir situaciones de riesgo.
Ello va de la mano con una educación en valores desde temprana edad por maestros interiorizados en ellos, como antaño y lo que fue relajándose desde que el comunismo se infiltró en el magisterio, con el claro objetivo de destruir la sociedad.
A ello hay que sumar la displicencia o complicidad de las autoridades encargadas que permiten , por ejemplo, la invasión de zonas inseguras o prohibida y la posterior construcción de casas en lechos de ríos o al borde de acantilados o el tránsito de vehículos en zonas exclusivas para buses autorizados o la impunidad con la que motociclistas, ciclistas o conductores de vehículos menores transitan en veredas o no respetando las señales ni el sentido del tráfico. Luego cuando se producen accidentes son los primeros en victimizarse.
Es hora que se discipline a un pueblo anómico y a displicentes autoridades. No hacerlo traerá como consecuencia que nuestro país sea inviable.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario