Hace
bastantes años, en mis primeras vacaciones universitarias, recurrí a una
amistad de un familiar para que encontrar una oportunidad para realizar una
práctica. Cabe mencionar que la Universidad del Pacífico, donde estudié, tenía
un Plan de Prácticas para alumnos que hubieran ya cursado al menos 6 ciclos,
vale decir 3 años de estudios.
Para mí
era una necesidad pues requería contar con algunos ingresos así que persistí en
mi empeño para buscar una práctica remunerada. La persona que aquella vez me
recomendó fue el doctor César Arméstar Brazzini quien escribió una nota a su
amigo “Chicho” Nicolini con la cual fui a buscarlo a la avenida Argentina 215 donde funcionaba la entonces gran empresa Nicolini Hermanos. Tuve la suerte de
quien persiste. Fui atendido por el conserje de la Gerencia, el señor Correa
quien me hizo ver que sería imposible ser atendido por el Gerente General pero
que en su defecto hablara con su secretaria y me dio algunos tips para que
tuviera éxito. Y así fue, la secretaria llamó al jefe del Departamento de
Contabilidad, el señor José Quiñonez y le dio instrucciones para que me
atendiera.
Es cierto
que yo recién contaba con algunos conocimientos que me permitían realizar
trabajos de oficina mas no tenía experiencia alguna en la vida real. Cómo dicen
algunos, “donde las papas queman”.
Afortunadamente
le caí bien al señor Quiñónez y si bien era cierto que era un “recomendado” del
Gerente, él no se casaba con nadie. Conversamos sobre mi “experiencia” y me
preguntó cuándo podía venir. Le dije que estaba a su disposición en ese
momento. Inmediatamente llamó a uno de los encargados de llevar el Libro de
Compras, Jaime Cruzado y le preguntó si estaba al día. Cruzado le respondió que
estaba con algunos días de “atraso”. Quiñónez le dijo que se pusiera al día y
que yo le apoyaría en esa tarea. La verdad que estaba con algunos días de
atraso y Cruzado me dió las instrucciones de cómo hacer el trabajo e
inmediatamente sacó cerros de facturas para que empezara a trabajar. Era un
trabajo administrativo que seguramente debía ser remunerado, como lo fue
generosamente. Otra hubiera sido la situación si hubiera tenido que manejar una
de las modernas máquinas de la fidelería. Lógicamente hubiera tenido que pasar
por un proceso de aprendizaje que incluyera el proceso completo de producción y
específico sobre la máquina que me hubiera tocado operar.
Por
supuesto que en el caso anterior, no hubiera tenido derecho a recibir un
estipendio hasta que estuviera apto de operar al 100% esa máquina y como la
empresa había invertido tiempo y recursos para enseñarme, está claro que mi
paga debía incluir una amortización del monto invertido en mi capacitación. Así
de simple. Otro punto importante es el tiempo que deben durar las prácticas y
el compromiso que podría asumir las empresas de contratar al practicante en
caso le sea útil en el futuro inmediato.
El tema
pasa por la escasa infraestructura a nivel de instalaciones y de equipos en los
Institutos Tecnológicos. La necesidad de que los alumnos sean capacitados y
formados con equipos y máquinas de última generación es imperativa. No es
posible que su proceso formativo sea con máquinas obsoletas y ello hace
necesaria acuerdos entre la empresa, los institutos de enseñanza y el Estado
para hacer viable un periodo de prácticas formativas. Está claro que esto
cuesta y alguien tiene que pagar la factura. “No hay lonche gratis”, decía mi
gran profesor Folke Kafka y eso es 101% cierto.
Si el
Estado considera que las prácticas deben ser remuneradas debería haber
mecanismos para que vía exoneraciones tributarias la empresa pague a los
practicantes y quien finalmente asuma la inversión sea el Estado como parte de
su obligación, al menos en los casos de los alumnos de institutos estatales y
para los alumnos de institutos privados ver mecanismos para determinar quién
pagará “la factura”. No hagamos demagogia con recursos de otros.
En cuanto
a mí; la práctica duró 40 días. Al concluir ella me despedí y regresé los
veranos de 1981 y de 1982. Las vacaciones de medio año de 1981 no pude pues me
enfermé con tifoidea. Aprendí mucho pues sobre todo fue mi primera experiencia
en una empresa y lo mejor de todo, como reconocimiento a mi esfuerzo el jefe
inmediato recomendó que se me pagará por dos meses y un monto bastante
significativo, a lo que accedió la Gerencia. No recuerdo el monto exacto pero
me sirvió para cubrir mis gastos personales (que no eran muchos) hasta
diciembre de ese año.
Las
prácticas, si bien son necesarias para poner el desarrollo profesional, no son
“obligatorias” y menos es aceptar las condiciones que nos puedan plantear. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que el tiempo, esfuerzo y dedicación que
debamos invertir se retribuirán con creces.” Solo en la cancha se ven los
gallos”.
Finalmente,
recuerdo con gran aprecio a mi “familia de Nicolini”, al finado José Quiñónez,
a mi otro jefe el señor Guillermo Iglesias, al Contador el señor Santiago
Bahamonde, al Controler Don Manuel Alvarez, Carlos Correa, a la secretaria del
Don Luis Nicolini Bernucci (cuyo nombre lamentablemente no recuerdo), a mis
compañeros Pablo León, Cachito Giménez, Zaida, Luchito Vera, Fabiola, Aldo
Boggino, Carmen Rosa Luque, las hermanas Rosa María y Chachi Muente, Rosa Tapia,
Condorito Juan Velarde, Jaime Cruzado, César Ossio, la señorita Ada Russo, Tino
Refulio, el cocinero Vargas que nos servía el almuerzo y tantos buenos amigos
que no me llamaban por mi nombre sino por un apelativo que el señor Quiñónez me
puso. Me decían “Ardiles” porque según él me parecía al gran mediocampista
argentino, campeón del mundo en el Mundial de 1978 y triunfador en el Tottenham
inglés.
Con el pasar de los años, Nicolini Hermanos desapareció pero nunca desaparecerá del corazón de quienes alguna vez trabajamos en esa empresa, que más que una empresa fue una gran familia y sus gerentes y dueños, Luis, Ernesto, Hugo y Jorge eran los hermanos mayores que velaron años por cientos de trabajadores.
Ojalá
pudiéramos adaptar a nuestra realidad el modelo de aprendizaje que existe en
Alemania o la filosofía de la sociedad japonesa respecto a la pertenencia a una
empresa así como aprender del estilo de empresas como Nicolini Hermanos.
Algunos dirán que eran paternalistas pero la gran verdad es que quienes
formamos parte de esa familia vivimos felices aquellos años.
Finalmente,
ojalá que se persista con el Proyecto de Ley sobre Prácticas Profesionales
presentado en el 2017 por la entonces Congresista Bartra. El gran error es no haber
explicado y hecho de conocimiento sobre todo de los beneficiarios, los jóvenes
que cada año buscan ingresar al mercado laboral.
Basta ya
de demagogia y mentiras de sectores radicales que solo buscan destruir¡
Al igual que las prácticas profesionales, los regímenes especiales para la agricultura, construcción y otros sectores debe ser una realidad y no la carne de cañón de los comunistas, caviares, social confusos y populistas
ResponderBorrarBien dicho¡¡
BorrarAsi es todos debemos tener oportunidades de trabajar
ResponderBorrarGracias por comentar¡¡
ResponderBorrar