El día de ayer leí un artículo en el diario español ABC sobre la importancia de qué contenidos deberían estar al alcance de niños y jóvenes en edad formativa. El autor concluía que no importaba tanto el tiempo de uso de la tecnología (smartphones, computadoras o plataformas) sino qué información se consumía.
Lo escrito me hace recordar que el historiador Pablo Macera había llegado a la misma conclusión pero hace 23 años atrás. El incluso se anticipó en cuánto a quiénes producirían información y si -por ejemplo- nuestra historia se contaría de manera fidedigna. Por cierto ello no ocurrió en cuantoa a lo sucedido en los años del terrorismo y el papel que cumplieron oeneges y una comisión mal llamada "de la verdad y reconciliación".
Ya ni qué decir de malsanos contenidos llenos de mentiras y distorsiones de la verdad (fake news). Es por ello la importancia de generar contenidos de calidad, que contribuyan al conocimiento y formación y no a a destruir valores.
Hoy en el ciberespacio se puede encontrar de todo; desde cómo aprender de manera fácil y didáctica las temidas Matemáticas y diversos idiomas pero también contenidos reñidos contra la moral y los adictivos videojuegos.
Todo ello se ha acelerado a raíz de la pandemia, en la cual se tuvo que poner en funcionamiento plataformas on line que permitieron la enseñanza a distancia; sin embargo, ello debió contar con profesores capacitados no solo en la materia de aprendizaje sino en el uso de las tecnologías de información por lo que éstos tuvieron que reinventarse para poder llegar de manera remota a sus alumnos.
Esperamos que instancias rectoras de la Educación fomenten la investigación, publicación de contenidos y difusión de los mismos. A esta tarea sumemos la participación de la empresa privada que permita complementar el financiamiento estatal.
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