sábado, 9 de mayo de 2020

PROTOCOLOS


En medio de una crisis terrible, hoy estamos ad portas de que una parte de los restaurantes que existen en Lima volverán a atender a su clientela, por el momento vía el "delivery". Primero tendrán que pasar por un exigente cumplimiento de "protocolos" de salubridad. No podría ser de otra manera. La vida de muchos está en juego, ya no solo un mal estomacal o una gastrocolitis.

No tengo dudas que la gran mayoría de ellos hoy cumplen con exigentes normas no tanto por ser requisitos burocráticos sino normas internas como parte de una filosofía de trabajo y políticas de calidad total

Sin embargo hay muchos, entre informales y poco formales, que no adoptan esta forma de trabajar, poniendo en riesgo la salud de sus clientes. Lo hemos visto en ocasiones en que medios periodísticos han acompañada las contadas veces que las autoridades municipales han empendido campañas, algo que debería ser de rutina y no solo para la foto o el titular periodístico.

Ofrecer comida y bebidas de calidad y salubres es una obligación de quienes las venden. Y ojo, los puestos callejeros no tendrían por qué no cumplir con estas normas. Sino veamos cómo el finado Alcalde Lima  Alberto Andrade formalizó a muchos situándolos en zonas limpias como fue el caso de la Feria de platos criollos y dulces en la Alameda Chabuca Granda del Centro Histórico.

A estas alturas recuerdo cómo estas normas son cumplidas con extrema rigurosidad en países como Alemania. Una vez fui al histórico Hoffbreuhaus en Munich y pedí unas salchichas blancas. Eran las 7 de la noche. El mozo me dijo que a pesar que estaba en la carta no podía traerlas por motivos de normas sanitarias, lo cual me confirmó el supervisor ante mi reclamo. La norma era del siglo XIX y se mantenía porque eran hechas en forma artesanales sin preservantes y solo se podían venderlas hasta mediodía para evitar algún problema estomacal. Imagínense ello. Uno acostumbrado a comer choclo con ají en una carretilla del Centro o un pan "con carne" en la tribuna Norte del José Díaz. Sin embargo así fue, como lo es con la comida que se vende en supermercados en Tokio la cual no se puede guardar, motivo por lo cual es rebajada hasta un 50% de su precio a partir de una hora. Algunos clientes que conocen ello esperan la hora que empieza la rebaja para recién comprar.

Ojalá que terminada esta crisis sanitaria, los protocolos no solo sean normas pasajeras sino algo común y corriente no solo para los formales que cumplen la ley sino para todos y que las autoridades municipales hagan cumplir ello y no como un alcalde distrital aficionado a la peliculina que hasta ahora no inteviene los puestos de "muerte lenta" en 28 de Julio, Raymondi, Manco Cápac o Grau. Ya sabrán a quién me refiero, ¿no?




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