Ayer escribíamos sobre la encrucijada que vivía el Perú. El peruano es por naturaleza optimista. Si no fuera así, no hubiéramos sobrevivido al desastre ochetentero y menos hubiéramos salido de él.
Yo mismo pensé que el Presidente en un arranque de lucidez iba a anunciar que aceptaba democráticamente la decisión del Congreso y llamaba a conformar un Gabinete de Salvación Nacional ( dónde no habría un Salvador). Imaginé qué el alma de Don Manuel Prado lo había iluminado y había encontrado a un Pedro Beltrán del siglo ventiuno.
Y no sólo ello, sino que un soplo divino había obrado en su entendimiento y se había dado cuenta que el camino que le mostraban los comunistas y caviares no conduciría sino al desastre.
Desafortunadamente me equivoque. El Presidente Accesitario no sólo insistió en su agenda de odio y mentiras sino que se adentró por un sendero pantanoso que podría llevarle a ser acusado Constitucionalmente por pretender atentar contra el Estado de Derecho. No sólo no anunció sus intenciones de empezar a gobernar en beneficio del Perú sino que pretende hacer "cuestión de confianza" sobre una atribución constitucional que tiene el Congreso de la República.
El Presidente pretende que el Tribunal Constitucional siga en manos de algunos que han avalado la conducta antidemocrática de este gobierno (léase desgobierno) y peor aún cuando tienen el mandato vencido.
El gobierno no ha dado marcha atrás en
su intento antidemocrático y peor aún no hace nada para solucionar los graves problemas que aquejan al Perú.
Dicho esto, sólo queda el camino de exigir la renuncia del Presidente o que sus afanes golpistas sean castigados como contempla la Constitución.
El Perú primero!
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