Una amiga me contaba sobre un relato que solía hacer su sabia madre. Contaba ella que un día una joven se acercó a un anciano sentado en una banca de la plaza principal del pueblo. - Disculpe señor podría leerme esta carta. Lamentablemente no sé leer- le dijo. El anciano dio vueltas al sobre, lo abrió cuidadosamente y miró y volvió a mirar el papel y le dijo. - Qué bonita letra y que bien cuidado el papel.
La señorita le insistió, - ¿Qué dice?
El anciano le respondió, - desgraciádamente tampoco sé leer- le respondió. Y a continuación le dijo, - No se quede ahí parada. Yo ya no tengo tiempo, usted sí. Aprenda a leer.
Al parecer el anciano tenía razón, le retrucó su hermana presente, pero realmente no la tenía sostuvo su hermana . - Todos tenemos tiempo para aprender- dijo. Y a continuación contó sobre una profesora de 83 años que siempre estaba atenta a qué hacer y a qué concurso postular.
Claro que la sabia madre contaba el relato para mostrar que un joven siempre tenía que prepararse pero es muy cierto que todos debemos tener la ilusión para levantarnos cada día y hacer nuestra agenda de bien.
No hay edad ni tiempo para aprender y más aún para hacer el bien. Apostemos por ello y tendremos una vida plena.
Foto: BBC. COM
No hay comentarios.:
Publicar un comentario