La sorpresiva noticia de la muerte de la ex ministra Gervasi nos vuelve a recordar lo efímera que puede ser la vida.
No vamos a querer elucubrar sobre lo acaecido. Ni nos corresponde ni es nuestra intención.
Lo que queremos hacer es decir que nuestra partida de este mundo nadie la sabe, solo Dios.
Adelantarla es uno de los actos que viene siendo promovida por algunos como una "moda", "un derecho" (eutanasia) que se arroga parte minoritaria de la sociedad que exalta el placer y huye o desdeña el sufrimiento y el sacrificio.
Al enterarme esta noticia, se me viene en mente tratar de explicar cómo alguien aún joven puede partir en pleno uso de sus facultades y que su deceso recién sea de conocimiento días después de sucedido. Es realmente una lástima que alguien que estaba sirviendo a su país parta de esta manera. Dios haya permitido que hubiera encomendado su alma antes de partir.
La muerte de Gervasi debe quedar en el ámbito privado; ojalá que cierta prensa basura no intente hacer de ella motivo de suposiciones que busquen enervar el morbo de algunos.
Desgraciadamente ni la ley ni la propia sociedad condena esto. No sería el primer ni último caso que se aprovecha de estas desgraciadas situaciones para vender titulares, mientras callan ante latrocinios o el poder de la corrupción.
Por cierto algunos apelarán a "la libertad de informar" ignorando que hay límites y que la prensa misma debe autorregularse para evitar la deshonra y promover la protección del derecho de la privacidad que tenemos todos.
No obstante no olvidemos que los personajes públicos que exponen su vida privada e intentan que ésta sea "ejemplo". Ellos sí deberían ser sujetos de una sanción social; como el caso de ciertos artistas y peloteros que hacen públicas sus debilidades y bajezas para "ganar titulares".
Finalmente no olvidemos las sabias palabras de San Juan Bosco, "vivamos como si fuera el último día de nuestras vidas"; no debemos de hacer o decir lo que debamos.
Descanse en paz ex ministra Gervasi.
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