Qué pasaría si alguno de esos odiadores volvieran al pasado, por ejemplo 1989, hace 35 años. Muchos no habían nacido aún pero otros sí y vivieron el caos que reinaba en aquel año.
Es por ello que si hay algo que "reconocerles" es su inmenso grado de estupidez y la estrechez de su memoria para ningunear lo que hizo el Presidente Alberto Fujimori.
¿Qué era el Perú entonces? Un paria cuya muerte era esperada por sus vecinos (Chile, Brasil, Colombia, Ecuador y Bolivia) para repartirse sus bienes.
Nadie sabía si volvería vivo a su casa y peor aún la muerte de quienes partieron tras alguno de los cientos de atentados solo era sabida días después tras su identificación en la morgue. De pronto el hombre más importante de la radio fue Miguel Humberto Aguirre quien era quien transmitía mensajes de los que querían avisar a sus familiares que "estaban vivos".
Los que llegamos a sobrevivir al ataque del TERRORISMO (y no en "conflicto armado interno") sufrimos la escasez de lo básico y lo poco que había era de la peor calidad. ¿O acaso nos olvidamos del arroz y azúcar a granel que hoy no sería ni de sexta calidad? ¿Hemos olvidado la Leche Enci, "el corte único de carne de res" (un eufemismo para llamar a hueso, pellejo y algo de carne) o "el pan popular" (un producto de harina de la peor calidad que tras algunas horas era incomible)?
Seguro algunos han olvidado que solo ciertos carnetizados y coimeros accedían al llamado "dólar MUC" y los pocos que podían ahorrar compraban algunos dólares en "Ocoña Street" cuya cotización llegó a varíar cada minuto.
Muy pocos tenían el servicio telefónico domiciliario y para encontrar un teléfono público operativo se tenía que caminar no pocas cuadras para llamar, siempre y cuando tuviéramos la llamada "ficha Rin", tan escasa como probos funcionarios públicos de alto rango.
Al finalizar el año 1989 los billetes de 500 intis no servían ni para comprar un caramelo y pronto llegaron los "intis millón"; uno equivalía a mil millones de soles de 1985. El primer gobierno de García había cumplido "el sueño" de todos o sea "el ser millonarios" (pero de miserias). La inflación, el peor impuesto que paga una sociedad, volaba hasta llega a la temida hiperinflación a la par de una recesión brutal.
El desastre era tan dramático que de los grifos de agua potable llegó a salir "agua con heces" y en cualquier momento el servicio de electricidad se interrumpía tras un atentado terrorista. Qué necesarios se convirtieron las velas, las linternas, un radio a transistores, las pilas y los fósforos.
Fuimos una generación que estudió con la luz de las velas y "nos acostumbramos" a las penumbras y a evacuar cualquier espacio público tras un apagón (será por eso que no hubo una desgracia el 8 de noviembre del año pasado).
Viajar por tierra era "un deporte de aventura". Se iba por pistas sin asfalto y en cualquier recodo andino podrías ser acribillado por las hordas senderistas. Las escuelas y hospitales eran pocilgas y muchos fueron parte de "la generación Nicovita"
La lucha contra el terrorismo parecía pérdida. Las cárceles eran "luminosas trincheras de combate" (sic) donde descansaban los terroristas, los jueces y fiscales liberaban sin mucho trámite a los capturados, los voceros El Diario (senderista) y Cambio (martaco) se vendían libremente y las organizaciones terroristas tenían "sus bancadas congresales".
Las universidades nacionales eran centros de adoctrinamiento terrorista y el Estado era un botín de pillos e incapaces. Las empresas estatales eran huecos donde se iban millones de dólares (pérdidas) y un genuflexo BCR emitía millones de papel inservible para "financiar" el desastre económico.
Todo lo dicho pareciera un cuento de terror pero así fue. Miles emigraron y los que nos quedamos llegamos a ser testigos del Milagro Peruano encabezado por el Presidente Fujimori y no por "prima donnas".
Tras algunos años, los que se fueron regresaron de visita y no podían creer que el Perú hubiera sobrevivido. Hoy hay algunos que siguen anclados en sus odios y mentiras y siguen hablando de "robos, terrorismo de estado y destrucción de la institucionalidad" cuando el Perú de 1989 era el "infierno de Dante".
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