jueves, 2 de mayo de 2019

EL CUMPLEAÑOS DE MI TIA DORA

Vivimos 17 años con mi tía Dora, hermana de mi madre en su casa de  Pueblo Libre pero pocas veces compartimos la mesa. Mi tía solía almorzar a las 12 y cenaba a las 6 de la tarde la gran mayoría de veces sola salvo cuando venía su amiga, la señora María quién llegaba los días martes muy temprano.

Mi tía Dora comía muy salado y a su sopa siempre tenía que echarle limón y perejil picado. Mi madre era la que le preparaba sus comidas, dieta gran parte del tiempo que vivimos con ella. Ella siempre fue una persona algo enfermiza, por lo que requería cuidados especiales.

Su casa de Pueblo Libre era grande. 4 dormitorios, 1 sala de costura y un escritorio. En total vivíamos en casa 9 personas con relativa holgura.
En las tardes venía su amiga Rosa quien era costurera y le acompañaba mientras hacía sus trabajos. A mi tía nunca la vi en la cocina pero sí era hábil con la costura. Era parca, demostraba poco sus afectos y poco amante de la lectura, salvo la lectura diaria a El Comercio.
Los pocos días que la veía alegre eran cuando su sobrina nieta Giuliana cumplía años , en Noche Buena y el día de su cumpleaños, que era todo un acontecimiento. Ese día mi tía Dora “botaba la casa por la ventana”.

Por su casa pasaban no menos de 120 personas a saludarle. Todas comían algo aunque sea una empanada de las decenas que mi madre preparaba para esa fecha.
La celebración comenzaba al menos el día anterior cuando mi madre preparaba los infaltables Papa a la Huancaína y el Escabeche de Pollo. Temprano, el día 8 de diciembre, día del cumpleaños, se hacía la Chicha Morada, la Mazamorra Morada y el Arroz con Leche y se terminaban de hornear más decenas de empanadas.
La noche anterior ya estaba lista la torta de cumpleaños que también hacía mi madre tan maestramente.
En la tarde se terminaba de pulir las copas y vasos y a enfriar la cerveza, el vino blanco y dar los últimos toques con el lavado de platos, cubiertos, fuentes y otros.
La primera en llegar a la casa era la mencionada señora María. Luego del almuerzo empezaban a llegar sus decenas de ahijadas, amigas y  vecinas. A media tarde llegaba su amiga de toda la vida, Rosa. Los primeros familiares en llegar eran su hermano Guillermo, su esposa, sus ocho hijos, esposos y esposas así como los hijos de estos. Luego llegaban mis primas Anita, Teresa, las parejas de estas dos, Chela y su esposo Miguel así como mi primo Abel , que siempre cantaba sus tangos, y su esposa Olga. Poco más tarde llegaba mi tío Augusto, su esposa Esperanza, mis diez primos y todas sus familias.  Al promediar las nueve de la noche llegaba el italiano Perón y sus hijos hasta incluso vecinos como la familia González.

El tocadiscos, que casi nunca era usado, ese día tocaba los últimos hits, rancheras, tangos, boleros y otros ritmos. Recuerdo mucho a mi tía Dora bailando, en uno de sus tantos cumpleaños, “Palomitas de Maíz”. https://www.youtube.com/watch?v=O60sAsT61Xo
Ese día era el único día del año que veía a mi tía Dora brindando con un buen jerez.
Entre las 9 y pasada la medianoche era el “prime time”. Los platos de comida, los dulces que traían mis primas Arce Nieto y los que hacía mi madre volaban. Decenas de botellas de cerveza era abiertas y yo fungía de “barman”, aunque cabe decirlo que nunca ví excesos en el consuno de las bebidas alcohólicas.
Lo que siempre sí me llamó la atención que pocas veces las conversaciones eran entre hombres y mujeres. Cada quien tenía un espacio y temas de conversación, sin que ello fuera visto mal.
El momento cumbre era el canto del “Happy Birthday” y el primer corte de torta que hacía mi tía Dora, quizás era el único momento que ella participaba en el servicio de los invitados.

Pasada la medianoche empezaba el lavado de platos, de copas, vasos, cubiertos y otros. Las ollas quedaban vacías y el piso de la cocina impecable. Horas más tarde la casa era limpiada hasta quedar como si nada hubiera ocurrido.
El 9 de diciembre se celebra la Batalla de Ayacucho con la que se selló la Independencia del Perú. Para nosotros, además era día de limpieza y poner en orden todo. Después de la celebración quedaba la parte dura de la limpieza.

Han pasado 32 años desde que partió a la eternidad mi tía Dora. No llegó a cumplir 85 años y desde unos 5 años antes ya no se celebraba su cumpleaños de la forma que se hacía en Pueblo Libre pues nos mudamos a Miraflores. Los años de las “vacas gordas” había cedido el paso a algunas primeras estrecheces económicas y con la llegada de éstas se alejaron muchos, algunos de los cuales reaparecieron, al menos, en su sepelio y posterior entierro.
Así es la vida. Hay amistades y familiares que están cerca cuando uno tiene. “Con la plata baila el mono” dice el dicho. Lamentablemente.


Hoy recuerdo a mi tía Dora con afecto y gratitud con quien compartí 17 años de mi vida. Dios le tenga en su Gloria.

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