Vivimos 17 años con mi tía Dora, hermana de mi madre en su casa de Pueblo Libre pero pocas veces compartimos
la mesa. Mi tía solía almorzar a las 12 y cenaba a las 6 de la tarde la gran
mayoría de veces sola salvo cuando venía su amiga, la señora María quién
llegaba los días martes muy temprano.
Mi tía Dora comía muy salado y a su
sopa siempre tenía que echarle limón y perejil picado. Mi madre era la que le
preparaba sus comidas, dieta gran parte del tiempo que vivimos con ella. Ella siempre
fue una persona algo enfermiza, por lo que requería cuidados especiales.
Su casa de Pueblo Libre era
grande. 4 dormitorios, 1 sala de costura y un escritorio. En total vivíamos en
casa 9 personas con relativa holgura.
En las tardes venía su amiga Rosa
quien era costurera y le acompañaba mientras hacía sus trabajos. A mi tía nunca
la vi en la cocina pero sí era hábil con la costura. Era parca, demostraba poco
sus afectos y poco amante de la lectura, salvo la lectura diaria a El Comercio.
Los pocos días que la veía alegre
eran cuando su sobrina nieta Giuliana cumplía años , en Noche Buena y el día de
su cumpleaños, que era todo un acontecimiento. Ese día mi tía Dora “botaba la casa por la ventana”.
Por su casa pasaban no menos de 120 personas a saludarle. Todas
comían algo aunque sea una empanada de las decenas que mi madre preparaba para
esa fecha.
La celebración comenzaba al menos
el día anterior cuando mi madre preparaba los infaltables Papa a la Huancaína y el Escabeche de Pollo. Temprano, el día 8 de
diciembre, día del cumpleaños, se hacía la Chicha
Morada, la Mazamorra Morada y el Arroz con Leche y se terminaban de hornear
más decenas de empanadas.
La noche anterior ya estaba lista
la torta de cumpleaños que también hacía
mi madre tan maestramente.
En la tarde se terminaba de pulir
las copas y vasos y a enfriar la cerveza, el vino blanco y dar los últimos
toques con el lavado de platos, cubiertos, fuentes y otros.
La primera en llegar a la casa
era la mencionada señora María. Luego
del almuerzo empezaban a llegar sus decenas de ahijadas, amigas y vecinas. A media tarde llegaba su amiga de
toda la vida, Rosa. Los primeros
familiares en llegar eran su hermano
Guillermo, su esposa, sus ocho hijos, esposos y esposas así como los hijos de
estos. Luego llegaban mis primas Anita, Teresa, las parejas de estas dos, Chela
y su esposo Miguel así como mi primo Abel , que siempre cantaba sus tangos, y
su esposa Olga. Poco más tarde llegaba mi tío Augusto, su esposa Esperanza, mis
diez primos y todas sus familias. Al
promediar las nueve de la noche llegaba el italiano Perón y sus hijos hasta
incluso vecinos como la familia González.
El tocadiscos, que casi nunca era
usado, ese día tocaba los últimos hits, rancheras, tangos, boleros y otros ritmos.
Recuerdo mucho a mi tía Dora bailando, en uno de sus tantos cumpleaños, “Palomitas de Maíz”. https://www.youtube.com/watch?v=O60sAsT61Xo
Ese día era el único día del año
que veía a mi tía Dora brindando con un buen jerez.
Entre las 9 y pasada la medianoche era el “prime time”. Los platos
de comida, los dulces que traían mis primas Arce Nieto y los que hacía mi madre
volaban. Decenas de botellas de cerveza era abiertas y yo fungía de “barman”,
aunque cabe decirlo que nunca ví excesos en el consuno de las bebidas
alcohólicas.
Lo que siempre sí me llamó la
atención que pocas veces las conversaciones eran entre hombres y mujeres. Cada
quien tenía un espacio y temas de conversación, sin que ello fuera visto mal.
El momento cumbre era el canto del “Happy Birthday” y el primer corte
de torta que hacía mi tía Dora, quizás era el único momento que ella
participaba en el servicio de los invitados.
Pasada la medianoche empezaba el
lavado de platos, de copas, vasos, cubiertos y otros. Las ollas quedaban vacías
y el piso de la cocina impecable. Horas más tarde la casa era limpiada hasta
quedar como si nada hubiera ocurrido.
El 9 de diciembre se celebra la
Batalla de Ayacucho con la que se selló la Independencia del Perú. Para
nosotros, además era día de limpieza y poner en orden todo. Después de la celebración
quedaba la parte dura de la limpieza.
Han pasado 32 años desde que partió a la eternidad mi tía Dora. No
llegó a cumplir 85 años y desde unos 5 años antes ya no se celebraba su cumpleaños
de la forma que se hacía en Pueblo Libre pues nos mudamos a Miraflores. Los años
de las “vacas gordas” había cedido el paso a algunas primeras estrecheces
económicas y con la llegada de éstas se alejaron muchos, algunos de los cuales
reaparecieron, al menos, en su sepelio y posterior entierro.
Así es la vida. Hay amistades y
familiares que están cerca cuando uno tiene. “Con la plata baila el mono” dice
el dicho. Lamentablemente.
Hoy recuerdo a mi tía Dora con afecto y gratitud con quien compartí 17 años de mi vida. Dios le
tenga en su Gloria.
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