Siempre resulta interesante leer la columna de Santiago Carranza Vélez que es publicada en El Reporte los días domingo.
Esta vez en una suerte de respuesta a lo publicado en forma conjunta por Alberto Vergara y Rodrigo Barrenechea, esboza como idea central que los cambios en la política peruana han sido llevados a cabo por diversos actores en reemplazo de los "políticos profesionales" (yo los llamaría políticos a secas), quienes desde diversos "cascarones" y espacios han venido operando.
Tras el desastre de los años 80s surgieron los llamados "outsiders" primero con el broadcaster Ricardo Belmont que ganó la alcaldía de Lima Metropolitana y luego Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales en 1990, primero con un proyecto populista de izqierda que en poco tiempo se transformó poniendo en marcha un ajuste económico que se inició el 8 de agosto de 1990.
Carranza Vélez señala tres grupos que habrían ocupado en diversos momentos espacios de poder y compiten por ellos. La Tecnocracia Liberal cuya influencia empezó en el segundo periodo del gobierno de Alberto Fujimori; los llamados "caviares" que contra los que creen muchos empezaron a operar no a partir de Paniagua sino junto con la mencionada "tecnocracia" y finalmente la izquierda radical, con soporte de la informalidad y criminalidad.
Al señalamiento de estos tres grupos les une, sostengo, un cordón umbilical que se ha ido fortaleciendo con el paso de los años hasta generar un tejido cancerígeno que ha terminado haciendo metástasis.
Los llamados liberales terminaron unidos al caviaraje para saquear el Estado y generar un círculo maligno de mercantilismo y corrupción (Lava Jato) y una izquierda antisistema que no dudó en empezar a expoliar el Estado antes que llevar a cabo un "proyecto político" en alianza con un sector económico ilegal (tráfico de drogas, minería y tala ilegal y otros). Pero junto con ellos, un proyecto de largo plazo empezó a emerger bajo diferentes fachadas subversivas a las que le une la toma del poder como soñara el asesino Guzmán. Tampoco olvidemos el otro proyecto, también dañino para el Perú, la agenda globalista que desarrolla la caviarada con apoyo de una serie de actores sociales, políticos y económicos que forman una telaraña de oeneges.
Entonces quien ha ocupado los espacios no son necesariamente actores sociales y políticos sino la corrupción expresada con diferentes caras e intereses. Así como canta Miguel Gallardo ("Otro ocupa mi lugar") cuando se refiere a cosas del corazón; "otro" ocupó los espacios de la ideología y de los partidos.
A "ese otro" hay que derrotar con gente honesta y capaz. La Democracia tendrá vigencia y será viable en la medida que suceda ese triunfo.
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