¿Es la generosidad una virtud inherente al ser humano? Pareciera que no lo fuera pues se opone a una mayoría individualista pero ello no implica que siempre encontremos personas amigas e incluso ni tanto, siempre dispuestas a dar la mano.
La generosidad es una virtud que -como todo- se aprende en casa y se refuerza en el colegio, principalmente en los primeros años formativos.
Siempre recordaré las palabras de San Juan Bosco que decía que nadie es tan rico para no necesitar algo, ni tan pobre para no brindar algo a su prójimo. Al respecto vemos cómo mucha gente afortunada en horas dramáticas no ha tenido una palabra amiga y termina tomando fatales determinaciones. Cuánto faltó una palabra de aliento o tan solo una compañía. Tenían todo pero no tuvieron lo principal cuando más lo necesitaban.
De igual manera vemos la solidaridad expresada en el generoso apoyo a los vecinos o los comedores comunitarios donde se comparte no solo estrecheces sino sobre todo verdadera caridad cristiana, cumpliéndose con el Evangelio del Domingo pasado ("Amarás al prójimo como a tí mismo").
El que da, muchas veces tiene que ser desmemoriado y algunas veces disculpar a los poco agradecidos, cuyo recuerdo impida seguir ayudando al prójimo, si está en sus posibilidades y el que recibe tiene que tener buena memoria para agradecer a quien le tendió la mano y corresponder los favores recibidos, aún a personas que ni conoce.
Digo esto pues en este camino de mi vida he encontrado a gente que ha sido generosa conmigo (gente que ha querido y ha podido ayudar) pero también a amigos que queriendo no han podido ("nadie sabe lo del prójimo"). Sin embargo me he cruzado con gente que huye de los compromisos, de la responsabilidad moral y apela a la mentira ("no te preocupes"), a zafarse del momento no contestando (hoy se sabe cuando muchas veces los mensajes del Whatsapp son "vistos") o apelan a la muletilla nunca cumplida "estamos en oración por ti", olvidando el dicho "a Dios rogando y con el mazo dando".
"Tener y no querer" no es el problema. Nadie tiene la obligación de dar (salvo la moral en algunos casos) pero sí tiene la obligación de ser honesto, no "ser mecedor o subir al columpio" al quien le pide. Algunos se aferran a esa ayuda que nunca llegará y en muchos casos los llenará de amargura.
Generosos y agradecidos, cara y sello de una misma moneda.
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