INCAPACIDAD DEL ESTADO

 

Las enormes distancias socioeconómicas se expresan en diversos índices muchos de los cuales tienen su origen en el pésimo servicio de salud y educativo que ofrece el Estado.

A lo largo de los últimos años esto se ha venido no sólo profundizando, habiendo retrocedido en algunos temas como la lucha contra la pobreza. 

El Estado es incapaz de abocarse a sus principales tareas pero sin embargo siguen filtrándose millones en la corrupción y en proyectos inviables como la Refinería de Talara o persistiendo en mantener empresas como Petroperú.

Corresponsable de esta situación es un Sistema de Justicia que no hace su trabajo con eficiencia. ¿Cuántos responsables de la mayor corrupción -Lava Jato- ya han sido juzgados, condenados y pagan sus raterías en la cárcel?

Bien señala el Presidente salvadoreño Bukele, "cuando no se roba (en el Estado), la plata alcanza". Es Inconcebible que el ente de control (Contraloría General de la República) siga todos los años señalando "cuánto se ha robado" y no "cuanto han evitado que se robe".

Cada niño o madre gestante que muere por falta de atención, cada niño menor de tres años anémico, cada persona que muere por falta de citas médicas o falta de medicinas es producto de la corrupción y quienes la cometen deberían ser acusados y condenados también por ello.

A los grandes problemas de salud, se suma una educación pública deficitaria no solo de adecuada infraestructura sino en la calidad de los docentes, procedimientos y métodos de enseñanza y apoyos tecnológicos. Desgraciádamente ello no es suplido por la educación privada, que en muchos casos no ofrece educación de calidad.

La incapacidad de ofertar salud y educación ahonda las brechas e hipoteca el futuro de nuestro país. ¿Qué tienen qué decir los ministros que no son gestores de eficiencia sino meros administradores de miserias?

Ya es hora que ambas carteras realicen la verdadera revolución social, vale decir la transformación de la calidad de los servicios de salud y educación.