La última ola de calor puso en evidencia, una vez más, la precariedad del sistema logístico que permite abastecer los mercados (por ejemplo, el traslado de pollos vivos) así como el sistema de almacenamiento incluyendo la cadena de frío.
Así mismo quienes recorremos la ciudad vimos los problemas que afrontaban quienes venden alimentos en kioskos o carritos ambulantes. Felizmente que las cosas no llegaron a más y no se presentaron casos de problemas estomacales.
Pero esto no queda ahí. Viajar en transporte público también se convirtió en un suplicio pues ninguna unidad cuenta con aire acondicionado. Esto en vez de mejorar, en breve la ciudad dejará de contar con el servicio de una línea de transporte que une los distritos de Magdalena del Mar con San Juan de Lurigancho, cruzando el Centro de Lima y otros distritos. La Línea Morada dará pase a colectivos piratas, combis y otras unidades que no garantizan un mínimo de calidad y seguridad en el servicio.
Desgraciadamente a la inseguridad imparable se une la profundización de la informalidad lo que atenta no solamente a los demandantes de diversos servicios sino origina unidades productivas con mínima capacidad de capitalización y por ende de crecimiento.
Sin embargo muchos municipios en vez de promover la formalización atenta contra diversos negocios formales, cerrándose por infracciones que podrían ser levantadas sin mayor problema. Las unidades de Fiscalización de los diversos municipios deben entender que su trabajo no debe medirse por el número de negocios cerrados sino por cuántos logran mejorar y superar diversas observaciones que van desde seguridad hasta higiene y otros.
Este trabajo deberá extenderse a los mencionados kioskos y carritos ambulantes. El objetivo es formalizar no sólo a los "formales" sino también a los informales.
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