Hará un tiempo veía un documental sobre pueblos pequeños en España casi abandonados, mientras muchas ciudades europeas habían sido tomadas por inmigrantes, claros ejemplos son París y Marsella.
El promedio de nacimientos en muchos países europeos ha disminuido a tasas alarmantes y el crecimiento poblacional en Japón es negativo. Todo ello configura un panorama preocupante pese a incentivos económicos para tener hijos.
Sin embargo se promueve la destrucción de la familia, entendida ésta como resultado de la unión de un hombre y una mujer; se promociona el aborto como "un derecho de las mujeres" y diversos condicionantes socioeconómicos hacen que la edad en que los jóvenes se casan se retarde y la ya indicada baja tasa de natalidad.
Por lo contrario oleadas de inmigrantes, muchos de ellos ilegales, invaden los diversos países desarrollados como sucede en Europa y Estados Unidos. Los programas planificados de inmigración se ven rebasados con todos los problemas que ello acarrea.
No obstante, la baja tasa de natalidad no es solo el problema sino también el aumento de la esperanza de vida, que debería ser una buena noticia, pero que trae consigo problemas que los Estados y sus economías deben resolver, como el financiamiento de las pensiones, de los programas de salud y el aumento en la demanda en una serie de bienes y servicios.
Urge repensar en el mundo las políticas poblacionales antes que dejen de existir naciones como las conocemos hoy por la pérdida de identidad debido a migraciones sin control alguno y por el crecimiento negativo de sus poblaciones en relación a esas migraciones.
¿Estamos ante el escenario de un proceso de intercultaridad o ante una invasión de migrantes que no respetan la cultura de los países destinos y sus ciudadanos están en camino a ser minoría en su propia tierra?
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