El otro día leía una conversación entre tres personas ya mayores, cada una más preocupada en cuánto iba a vivir en este mundo. ¿Se preocuparán también en el "para qué"?
De estudiante secundario escuché muchas veces discursar al hoy sacerdote José Zegarra sobre nuestro proyecto de vida. Entonces muchos pensaban que era cansino y repetitivo referirse a ello, pero cuánta razón tenía quien con enorme visión nos hablaba sobre tan importante noción, cuyo alcance abarca también nuestros últimos años de vida.
Probablemente las tres personas indicadas al inicio pudieron escuchar de boca de sus padres, maestros u otras personas acerca de cómo planificarían su vida y hoy en la recta final de sus vidas aún tienen proyectos, cosas aún por hacer y la necesidad de compartir sentimientos con la familia y los amigos. ¿Se preocuparán también del prójimo, del que nos habla la Biblia?
Todo ello es válido pero no lo es aferrarse a la vida presente y no prepararse para ser merecedores de la Vida Eterna.
Este Viernes Santo, fecha que conmemoramos la muerte de Dios hecho Hombre, es un día ideal para reflexionar sobre nuestro paso por este mundo y qué cambiar para ser merecederos del fruto del sacrificio en el Gólgota.
La Vida y la Muerte son cara y sello de una misma moneda. Así como nacimos, inexorablemente moriremos. Preparemos para este momento que no es sino el inicio del camino hacia la Vida Eterna.
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