Hoy en día miles ya transitan en nuestra capital no solo en bicicletas sino en diversos vehículos menores que van desde bicicletas eléctricas, scooters, motocicletas lineales y otros. Para algunos es el "mundo ideal" en el que se combate la contaminación y el cambio climático. Son "los héroes" del progresismo; pero ¿son tales?.
Lima no es Copenhague ni los que viven en nuestra ciudad no son -por desgracia- "daneses". Este cambio de forma de movilizarse no ha ido de la mano de un cambio de actitud respecto al respeto de las normas de transito.
Sea si vas a pie o bajas de un bus están expuesto a que "un animal" al volante de uno de estos vehículos menores te atropelle o porque va en sentido contrario del tráfico, se subió a la vereda en un scooter o se metió entre la vereda y el bus estacionado para que desciendan pasajeros.
Si bien hay normas que obligan a estos irresponsables, que no son pocos, no se cumplen. Cuando se quiso limitar a un solo pasajero en una moto lineal, muchos saltaron hasta el techo por múltiples razones ("llevo a mi hijo al colegio, trabajo con mi esposa despachando pedidos, etc".
De vuelta caemos al reclamo de nuestros derechos pero nadie habla de los deberes cuyo incumplimiento no solo representa transgresiones a las normas sino costos económicos y lo peor de todo que es la pérdida de vidas humanas y la ruptura del Estado de Derecho y por ende de la convivencia pacífica.
A diario vemos accidentes, intervenciones policiales y cosas tan absurdas como empleados de la ATU "cuidando" que otros buses no ingresen a las vías exclusivas de los corredores por donde circulan los buses autorizados, las cuales son señaladas con bloques plásticos. Lo más reprobable es que los infractores no son solo combis o colectivos piratas sino hasta caravanas de "autoridades", con "libres" incluídas. Ya es el colmo.
El cumplimiento de las normas, de todo tipo, no pasa solo por el temor a las sanciones, que pocas veces son hechas efectivas, sino al intrínseco respeto a ellas y eso se logra con la educación desde niños, primero en los hogares y luego en las escuelas, algo que también se ha perdido lamentablemente. Entonces ¿qué queda? Normas y sanciones drásticas, que se cumplan sin contemplaciones sea un alto funcionario o un simple ciudadano quienes incumplan algo tan simple como respetar una luz roja.
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