El doctor Luis Palomino Thompson nos dijo una gran verdad en una
clase de Relaciones Laborales: un sindicato puede ser un gran freno que detenga
el progreso de una empresa o el acelerador que ayude al logro de los objetivos
de una empresa.
El marxismo y los marxistas a lo largo de la historia han
inventado una falsa dicotomía trabajo/capital; cuando son dos factores que se
complementan para hacer viable (rentable) una empresa.
El Sindicato fue una institución creada para proteger al
trabajador de posibles abusos y negociar mejoras en los sueldos, salarios y
condiciones laborales. Sin embargo para la izquierda, el empresario era y es un
“enemigo” que hay que enfrentar pues “explota” a los trabajadores. Incluso, el
Estado en los años que fue Estado-Empresario tuvo que enfrentar conflictos con
representaciones sindicales que llegaron a confluir en los años 80 en la
Confederación Intersectorail de Trabajadores Estatales (CITE). Entonces todo
reclamo debía conducir indefectiblemente a una huelga, como sucedió en muchos
casos a lo largo de los años 70 y 80.
La izquierda marxista y también otras vertientes políticas como el
Aprismo, la Democracia Cristiana e incluso en la época del Gobierno Militar han
buscado capturar las dirigencias con fines políticos. Las reivindicaciones
laborales fueron el pretexto para enarbolar diferentes plataformas. Se politizó
el tema laboral y los Sindicatos, sus Federaciones y Confederaciones sirvieron
sobre todo para cobijar a una “costra sindical” (en muchos casos). El Partido
Comunista Peruano capturó la Central General de Trabajadores del Perú que ni en
sus mejores años logró tener en sus filas a un importante porcentaje de
trabajadores sindicalizados. Aparte, existieron otras 3 Confederaciones; la
Central de Trabajadores del Perú (CTP, de tendencia aprista); la Confederación
Nacional de Trabajadores (CNT, de tendencia demócrata cristiana) y la Central
de Trabajadores de la Revolución Peruana (CTRP, en la época del Gobierno
Militar). Aunque con escasa representación, aún subsisten dos Centrales, la
CGTP y la CTP, así como una llamada CUT (Central Unitaria de Trabajadores).
Cada una de esas organizaciones buscó desde su punto de vista
plantear Plataformas de Reivindicaciones Laborales que terminaban de la mano de
planteamientos de los movimientos políticos que estaban detrás. Un mismo sector
era “representado” por Federaciones “paralelas” como las mineras, por ejemplo.
En pocos casos se logró unificar a las diferentes tendencias; uno fue el de los
trabajadores bancarios, agrupados en la Federación de Empleados Bancarios
(FEB), otro el de los profesores agrupados en el Sindicato Unico de
Trabajadores de la Educación Peruana (SUTEP) y el sindicato de trabajadores de
Construcción Civil. En el caso de los bancarios, su mayor fuerza estaba en los
bancos estatales (por muchos años representaron un gran porcentaje del sector)
y dicha fuerza desaparece con el proceso de privatización de los años 90. La
FEB era dominada básicamente por dirigentes afines al PCP-U al igual que en el
sindicato de Construcción Civil.
Respecto al SUTEP, su presencia fue fuerte hasta el presente siglo
cuando pierde fuerza debido a las políticas estatales que buscaron impulsar la
meritocracia. Sin embargo su peso aún es relativamente importante y es
controlado por representantes del Partido Comunista del Perú – Patria Roja (PC
del P-PR) y en algunas zonas del país por elementos más radicales incluso
vinculados a planteamientos cercanos a los herederos de Sendero Luminoso, como
se vio en l última huelga magisterial del año pasado.
Las luchas laborales en varios casos sirvieron para lograr
reivindicaciones justas como la jornada laboral de 8 horas, el reconocimiento a
pagos extras por horas de trabajo adicionales, mejores condiciones de trabajo y
otros beneficios; muchos de los cuales llegaron al extremo de representar una
fuerte carga financiera para las empresas y para el Estado (en el caso de los
trabajadores estatales).
Recuerdo que en el banco de fomento estatal donde trabajé por
varios años, se hizo uso y abuso de ciertos beneficios como un seguro de salud,
préstamo para adquirir una vivienda y otros; lo que hizo que finalmente fuera
uno de los motivos por el cual el banco colapsara y fuera liquidado.
Los sindicatos no solo cumplieron una labor de protección a los
trabajadores sino protegieron a los ineficientes (vía la estabilidad absoluta)
e incluso flagrantes faltas e incluso delitos como inasistencias
injustificadas, uso indebido de beneficios hasta robos sistemáticos.
Las negociaciones –sobre todo en el sector estatal- sirvieron para
obtener ciertas prebendas (puestos de trabajo, licencias laborales y beneficios
para los allegados a las juntas directivas de los sindicatos). Era clásica la
huelga de la FEB mientras se negociaba el Pliego de Reclamos anual. Al decir de
entendidos, el resultado ya se sabía pero había que guardar “las apariencias”.
Las negociaciones siempre terminaban en un aumento no basado en la
productividad sino en base a un monto igual para todos los trabajadores. En los
años de la inflación desbocada, ello no permitió solo recuperar parte del poder
adquisitivo perdido sino fue la “gasolina que avivó el incendio inflacionario”.
La crisis social vivida en el Perú entre los años 70 y comienzos
de los 90 se derivaba en frecuentes “paros generales” liderados por las
confederaciones; muchos de los cuales con objetivos claramente políticos. Ya en
los años del terrorismo, Sendero Luminoso se infiltró en los sindicatos más
radicalizados y era frecuente la realización de los llamados “paros armados”
que se basaban en la coerción y el asesinato. Muchos dirigentes fueron
asesinados por las hordas terroristas como el líder de Construcción Civil,
Pedro Huillca.
Sendero Luminoso debilitó a los sindicatos tanto o más cómo había
sido debido al impacto de los despidos de dirigentes sindicales luego del Paro
Nacional de 1977. Pero lo que más golpeó al poder de los sindicatos fue el
proceso de liberalización de la economía iniciado en el año 1990 que trajo
consigo la salida de la planilla estatal de miles de empleados públicos (sobre
todo en sus bases más fuertes como la CITE y la FEB) y la desaparición de la
Estabilidad Laboral absoluta que permitió la salida de los trabajadores
ineficientes enquistados en sus puestos.
Un factor que no es explicado por la izquierda es la influencia de
lo que primero se llamó “sector de las micro y pequeñas empresas”, luego
“sector informal” (compuesto inicial y básicamente por empresas pequeñas y de
escaso capital) y lo que luego se ha llamado “emprendedurismo”. En los tres
casos prima el autoempleo, las relaciones familiares, el uso de tecnologías
adaptadas y la capitalización (reinversión) de las utilidades generadas. El
auge de estas unidades empresariales explican también la caída de la influencia
de los sindicatos.
Hoy las relaciones laborales son diferentes. Entre la gente joven
no hay sentido de “fidelidad” a una empresa y por tanto la antes apreciada
“estabilidad”, hoy no lo es ya. Otros fenómenos como el “trabajo a distancia”
(ya no en oficinas), la capacitación derivada de la necesidad de ser
competitivo, el uso intensivo de tecnologías, el autoempleo, el aumento de la
productividad, un proceso globalizador que impulsa la competencia y el
individualismo y otros influyen negativamente en lo que queda de poder en los
sindicatos.
Pero siempre habrán “iluminados” como Fernando Villarán que en una
mesa redonda sobre el libro de Pikkety, El capital del siglo XXI, manifestó que
era tiempo de la “ideología y del retorno de los sindicatos”. Nada más iluso.
Si algún papel tendrá en el futuro los sindicatos, éste deber ser
repensado y adaptado a una realidad que cambia rápidamente. Creemos que ciertas
reivindicaciones son necesarias pero sobre todo un sindicato debe ser el
acelerador que ayude a que las empresas sean exitosas y por ende beneficien a sus
trabajadores.
Si fracasa una empresa todos pierden, pero pierde más aquel que
pierde su puesto de trabajo. Quizás el empresario logre volver a las “andadas”
pero seguramente ya no trabajadores que fueron ineficientes.
Las teorías de “explotación” y “dominación” ya fueron. Los
sindicatos tendrán que recrearse y apostar por “teorías” más propositivas.
Salvo, mejor parecer.
Muy buen resumen.
ResponderBorrar