jueves, 11 de agosto de 2022

RECUERDOS DE MI JUVENTUD

 


El inicio de la década de los 80s coincide con los primeros años de mi primera juventud y con ella nuevos retos y logros que marcarían mi vida futura.

Esta etapa de mi vida la caminé junto con entrañables amigos cuya presencia nunca estuvo alejada de mis recuerdos y hoy vuelven a estar más cercanos gracias a una feliz coincidencia y  la ayuda de la tecnología.

No voy individualizar a cada uno por obvias razones. Cada quien caminó a lo largo de varias décadas consiguiendo diversos logros. No todos pudimos lograr lo que nos propusimos aunque siempre estuve atento a los éxitos de la mayoría de ellos y nunca dejé de alegrarme por ello. Alguien podría pensar que pudimos tener cierta envidia pero se equivoca, ello nunca fue parte de mi mochila con la que he caminado.

Es necesario puntualizar que nuestros logros y lo que no logramos solo es imputable a nosotros mismos.  El que otros sean exitosos o no, no nos hace ni hará mejores pero de una u otra forma nos servirá de ejemplo o de espejo para mejorar.

Ya en la recta final de nuestras vidas, aunque mi amigo Gustavo diga que aún no ha nacido el sacerdote que nos dé los Santos Óleos; los buenos recuerdos son uno de los incentivos que nos hacen caminar hacia nuevas empresas y logros.

Coincide este reencuentro virtual con una noticia que ha movido la solidaridad de todos y los buenos deseos de una pronta mejoría de un amigo de esta época que pasa por algunos problemas de salud. Para los creyentes, "las buenas vibras" que  nos mueven son las oraciones por su mejoría.

Al recordar aquellos años surge a nuestra memoria la dedicación con la que estudiábamos, las pocas horas que hacíamos lo que muchos jóvenes como nosotros hacían,  vale decir ir a fiestas o a relajarnos más.  Para ello felizmente había "semanas universitarias" (al final de los exámenes parciales) o algunos momentos de distensión  en los que celebrábamos cumpleaños, como en el mes de abril que era el de Gustavo. Para ello felizmente estaba a la mano el departamento de Pancho en el que nos reuníamos a tomar algunas cervezas, las que comprábamos haciendo la consabida "chanchita". No proveníanos de familias de amplios recursos sino éramos clasemedieros.

Nuestra estancia en el Alma Mater sirvió para templar nuestro carácter, para lograr objetivos con recursos  escasos y aprender que el trabajo en equipo no solo era parte de ser solidarios sino una forma racional de ser eficientes. Recuerdo que "la división del trabajo" al momento de resolver ejercicios y hacer resúmenes de voluminosas lecturas así como a la hora de ir a la Biblioteca para prestarnos libros, fue parte de un  aprendizaje el cual nos sirvió luego para sortear los obstáculos que encontramos en la vida laboral y en aprendizajes futuros.

En una  de las conversaciones del chat  que participamos recordaban el bar Superba como punto de encuentro del escaso relax  que tuvimos. Por cierto era aquel Superba del aserrín en el suelo, no el que hoy existe, más "cool". Años más tarde ya no creo que muchos de nosotros vayamos a un "córner" como el ochentero aunque no sería mala idea que fuéramos por ejemplo al Queirolo de Quilca a brindar por los años mozos, en medio del ruido que no escuchamos siendo jóvenes, por falta de tiempo. 

Me emociona recordar a cada uno con los que hoy he vuelto a interactuar. Quizás ya no seamos los de antes pero mantenemos el espíritu que hizo que forjaramos esa amistad de hace 42 años y que perdura en el tiempo; a pesar de las canas, las arrugas y alguna falta de cabello. Todo ello finalmente resulta accesorio a la hora de volvernos a ver, tanto o más si tenemos o no varios "plásticos" con líneas generosas.



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