Cuenta la Biblia sobre la Torre de Babel y cómo los seres humanos llegaron a hablar cientos de idiomas y dialectos lo que trajo desunión, conflictos y terminando por no entenderse.
Con el tiempo hubo "idiomas universales" que permitieron el comercio, los viajes y el intercambio cultural.
Ese idioma fue (y lo sigue siendo) el inglés. Quienes han viajado a cualquier país no hispanohablante se ha visto en la necesidad de comunicarse y el vehículo ha sido este idioma.
Comunicarse es integrarse y facilita conocer gente y vivir la cultura local. Sin embargo, vale decirlo, pese que hay este "idioma universal" siempre será necesario saber el idioma local. Así lo supe cuando tuve la oportunidad de viajar a Europa y en particular en Alemania. Ni qué decir en Suiza, país en el que se habla, aparte de cuatro idiomas oficiales, con mucho orgullo varios dialectos.
El idioma local permite la interacción diaria, lo que llamamos "la vida diaria". El día a día facilita un contacto más enriquecedor en circunstancias tan disímiles como preguntar por una dirección, pagar en un supermercado o conversar con un desconocido en un café.
El aprendizaje de un idioma demanda tiempo (y también dinero). Sin embargo no todos tenemos habilidades para aprenderlo y pese al paso por un instituto o academia de idiomas será necesario la práctica diaria e incluso lo que algunos llaman "inmersión" (la práctica en solo el idioma que se está aprendiendo).
En mi aprendizaje del idioma Alemán mucho me sirvió haber aprendido con anterioridad el Latín, lo que me permitió comprender la estructura gramatical de este idioma, así como haber tenido muy buenos profesores como Werner Höing y profesoras como Madeleine John, Janine Gehri, María Angélica Sueyras, la Señora Denegri y Delia Revoredo. No dejando de mencionar a Mariane Binder, Pepe Adolph y Yolanda Aguilar, quienes no llegaron a ser mis profesores.
De aquellos años (1987-1991) recuerdo mi paso por el Goethe Institut, a sus directores, los seGreimel y Eppeneder y sus colaboradores Ursula Salazar, Nelly, Arnulfo, Saúl, Heidi, Lourdes, Jenny, la señora Pinto y dos emblemáticos que atendían la cafetería Don Mario y Don Lucho. De todos ellos, la única que aún forma parte del instituto es Iliana Revoredo, quien ingresó a laborar en 1990 en la Biblioteca.
Como no recordar a mis compañeros Lourdes Salvador, Roberto Holguín, Patricia Arriaga, Charo Aguirre, Jorge Alvarez, Rafael Gubbins, Pino y otros con los que compartí decenas de horas en aulas y fuera de ellas.
Pasó el tiempo y aún puedo leer textos en Alemán, aunque cada vez menos conversar, escuchar y entender este lógico y sonoro idioma. Es normal que esto suceda, el tiempo pasa y la falta de práctica ocasiona esto.
Hoy hay otros idiomas, cuyo aprendizaje se ha vuelto importante por la influencia de su país de origen, refiriéndome en particular al Chino Mandarín, sin desmerecer al Francés, un idioma íntimamente ligado a la cultura de siempre.
Incentivemos el aprendizaje de idiomas desde temprana edad y tendremos "ciudadanos de mundo" con una mirada más amplia para que "el mundo sea ancho, mas no ajeno".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario