Ayer con ocasión de la Navidad nos referimos a dos de las Virtudes Teologales, la Fe y la Esperanza, mas no podíamos dejar de mencionar a la tercera, la Caridad; entendiéndose a ésta como una manifestación genuina de hermandad con el que sufre o padece de algunas necesidades.
Y hacemos el distingo entre lo genuino y lo impostado, lo hecho para la peliculina de las redes sociales, porque lo vemos todos los años entre gente farandulera, mediáticos y por supuesto en aventureros metidos a políticos.
La caridad no necesita la publicidad barata y menos hecha "gracias a Ave Marías ajenas". La caridad es la expresión del corazón generoso y la mayor parte de veces de personas que prefieren el anonimato.
Hoy en día cuando la crisis se acentúa, las necesidades se multiplican y quienes las padecen se vuelven presas fáciles de un Estado populista que les "tira mendrugos" bajo la forma de programas sociales y los manipula y usa como "portátiles" de inescrupulosos que simulan popularidad. Otros casos más abyectos son los de dictaduras como la cubana o el castrichavismo que han esclavizado a sus pueblos y determinan hasta qué y cuánto comer con "las libretas de racionamiento".
También no debemos dejar de señalar a esos infiltrados en nuestra Iglesia Católica que desde los púlpitos y en el trabajo pastoral malinterpretan la caridad cristiana y promueven "el odio de clases". Para combatirlos no solo son necesarias nuestras oraciones para su conversión sino señalarlos y enfrentarlos.
Es hora de la verdadera caridad cristiana pero también de un cambio en la Iglesia desde donde se siguen cometiendo graves errores. Basta también de granujas que aprovechan las necesidades del prójimo para promover candidaturas que no buscan la verdadera liberación sino una dictadura de la pobreza.
Finalmente acordémonos de las palabras de San Juan Bosco, "nadie es tan rico para no necesitar algo, ni tan pobre para no poder dar algo".
Y no olvidemos que el recibir tiene como contraparte dos cosas; agradecer y retribuir lo recibido.
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