Muchas veces me he referido a la familia Torres-Salas, pues ellos son parte de mi vida y de mis afectos. Ellos son mi familia.
Iba siempre a su casa en Jirón Borgoño en Pueblo Libre; siempre pulcra y donde había amor; una verdadera familia, no de "ésas" que la progresía inventa.
Yo era niño cuando era el engreído de todos; del abuelo Don Patricio y su esposa, de los padres Don Lucho (un oficial del Ejército Peruano y Veterano de la Campaña de 1941) y la señora Consuelo, de los hijos Lucho, María, Patricio y Rodolfo, quien hace pocas horas partió al encuentro de Dios.
Rodolfo a quien con mucho cariño le decíamos Rulo era un joven inquieto, extrovertido, ingenioso e inteligente; dado a meterse en problemas en defensa de quienes él creía que requerían ser defendidos.
Querido por los amigos del barrio, en los años 70s emprendió el aprendizaje de técnicas de defensa personal -de un arte marcial coreano poco conocido como el Tang Soo Do junto con otros muchachos del barrio como Napoleón, Guido, Félix, Coco y otros. Se daban de "verdad".
Con el tiempo partió a los Estados Unidos donde formó un hogar y labró su futuro, como muchos inmigrantes.
Hoy Rulo ya está en camino a la Eternidad. Como él todos debemos rendir el "último examen" ante Dios. La partida terrenal es solo un tránsito a la Vida Eterna. Para sus deudos y quienes lo quisimos en vida nos queda aceptar lo inevitable, la resignación ante su partida y la esperanza y fe de una Vida Eterna.
Querido Rulo, tu partida nos acongoja pero son los designios de Dios, la liberación ante los males y dolores pero que como diría mi gran amigo José Anderson son pruebas que hay que asumir con entereza.
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