miércoles, 3 de julio de 2024

PUNTUALIDAD

Hace 34 años hice mi primer viaje "cruzando el charco" (como se decía antes). Muchas cosas que vi y experimente fueron grandes novedades pues la información no fluía como hoy, en la llamada era del conocimiento e información.

Sín embargo sí era de mi conocimiento, pues siempre escuché sobre ello, la puntualidad europea y en particular, la alemana. Pese a ello no imaginé lo que era a tal punto que los medios de transportes (buses, tranvías, trenes y metro) partían y llegaban a su destino en el minuto señalado (salvo  raras excepciones).

Una de las razones de que ello ocurriera era el estricto cumplimiento de las normas. Nadie -o casi nadie- cruzaba la pista si el semáforo estaba "en rojo para el peatón", por ejemplo. Y con ello ocasionar demoras.

Uno sabía a qué hora llegaría a su destino, programando sus actividades posteriores, evitándose con ello la pérdida de tiempo. La impuntualidad por razones de congestión o embotellamiento vehiculares no eran posibles para el caso de los medios de transporte públicos 

Lo que experimenté entonces fue algo que iba con mi forma de ser (puntual pese a todo) y contra lo que siempre me rebelé, la impuntualidad.

Un impuntual era (y seguro seguirá siendo) mal visto. Un irrespetuoso del tiempo de sus semejantes, en general visto como alguien excepcional para mal. Y hablamos no solo para cuestiones de trabajo o situaciones "oficiales" sino también de situaciones de la vida diaria, como una cita entre amigos (lo que los alemanes llaman "Termin").

Cuando regresé después de casi seis meses, todo lo que he mencionado fueron unas de las cosas que más extrañé por un buen tiempo. La impuntualidad y la falta del cumplimiento de las normas son cosas que no se ha mejorado en nuestro querido Perú,  sino que al contrario ha empeorado. La anomia impera sin esperanza de mejora ni en el mediano plazo.

Excepciones a este estado, mencionando los medios de transporte son la Línea 1 del Metro, salvo cuando suceden las frecuentes fallas (¿falta de mantenimiento?) y el Metropolitano, salvo cuando un imprudente o un ministro "apurado" invaden las vías exclusivas (otra vez,  la falta de respeto a las normas). Dejando de lado ello, en ambos medios podemos viajar en el tiempo casi exacto. Por ejemplo, si uno quiere ir del Centro de Lima a Barranco, salvó la aglomeración para tomar el bus y la cantidad de personas en él, en "horas punta", es la mejor alternativa (53' en promedio demora el viaje, algo impensable si viaja en su auto particular o taxi). Una maravilla que nos hace olvidar que estamos en Lima.

Por esta vez ya no nos referiremos sobre otros temas relativos a la puntualidad como por ejemplo el término de obras públicas o al cumplimiento de la burocracia cuando hacemos un trámite en una oficina pública. En estos casos hay "que tener paciencia", como me dijo con poca vergüenza el regidor de la Municipalidad de Magdalena del Mar Flores cuando le reclamé por la falta de premura para solucionar un reclamo. Esto ya es "harina de otro costal", pero de "la misma fábrica".

¡Dejáte de joder, Máximo Carlos!

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