martes, 25 de agosto de 2020

2021

 

Un opinólogo, con temor, escribió no hace mucho sobre lo que él creía que estaba pasando, vale decir que “los conservadores estaban buscando un candidato que los represente”. ¿Y por qué no?

Claro está que en la mente de este caballero, ser conservador es ser “de lo peor”. Para él y la minoría que representa, hay que ser progresistas o sea estar contra la vida, el orden natural, la familia y otros valores que no son promovidos por una gran mayoría de peruanos. Por largo tiempo, esa minoría, a través de una mediática campaña, ha intentado imponer una agenda “políticamente correcta”, no solo desde la sociedad sino enquistados en el Estado, como por ejemplo en el Ministerio de Educación.

Está claro entonces que tenga pavor que una mayoría de peruanos se identifiquen con una opción política que abiertamente defienda una forma de convivencia social y por tanto, un estilo de vida. Hasta el momento lo que hay son diversas propuestas políticas pero que tienen en sus filas a “quintacolumnistas” que con el pretexto de “votos de conciencia” socaban desde dentro cualquier propuesta que busque promover una sociedad justa y con valores. Políticos en todas sus variantes se han infiltrado; desde los llamados “cristianos de izquierda”, los “caviares” liberales, los “confundidos” que promueven el liberalismo económico pero que van de la mano con quienes pretenden legalizar la producción de drogas, promueven el aborto, el matrimonio entre dos seres humanos del mismo sexo y otras propuestas enarboladas por sectores de izquierda ultra.

Ante este panorama, por qué no pensar en una propuesta seria de cara a las elecciones del Bicentenario. Frente a aquellos que quieren estigmatizar una opción conservadora, es bueno decir, ante todo, que una propuesta con esa orientación busca ante todo conservar lo bueno; preservar la vida y la familia; promover una sociedad justa y una democracia “de verdad”; una economía que fomente la libre empresa que demande empleos de calidad y una educación en valores con la que se pueda combatir la corrupción enquistada en la sociedad; entre otros objetivos.

No pretendemos promover una opción confesional pero sí somos conscientes que una sociedad sin Fe ni principios es presa del avance de su autodestrucción, promovida por los mismos que buscan el atraso, la pobreza y fomentan propuestas aberrantes pues ellos saben que éste es el camino hacia el descalabro. No nos debe extrañar que aquellos que buscan esto confluyen en las mismas propuestas con el apoyo de tontos útiles o cómplices asolapados.

No nos debe extrañar que sean los mismos que hablan de “derechos humanos” y se pusieron de costado cuando se combatió el terrorismo genocida o luego fueron los más alocados promotores de la persecución de los militares y policías que combatieron en nombre de la sociedad. Son también los mismos que asumen agendas mal llamadas “ecologistas” con el fin de fomentar la pobreza o aquellos que fueron cómplices de la corrupción en los últimos 20 años. Algunos reaparecieron fantasmalmente con cara de oenegeros financiados desde el extranjero y otros se encaramaron en las opciones ganadoras del momento para representar a la partidocracia, responsable de la peor crisis social, política y económica que se engendró en 1963 y explotó en los años 80s.

No queremos aún promover a nadie en particular pero ya es momento de que se entienda que la lucha por el poder pasa primero por una opción principista y claro está, de un candidato que refleje esa opción.

Basta de falsos “éticos, transparentes o referentes morales” y por supuesto no a los “liberales” que caminan como caviares, piensan como caviares, hablan como caviares y escriben como caviares pero se autodenominan  “de derecha” porque dicen defender las “libertades económicas” (¿y el toma y daca mercantilista también?).

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