Volví a reunirme con un gran amigo después de muchas semanas por las razones ya conocidas de la pandemia. Conversando sobre los diversos temas de actualidad coincidimos en un tema que hoy toma singular importancia, cuán necesaria es la lealtad para avanzar como País.
Lealtad a los intereses patrios; lealtad a la hora de cumplir con los compromisos asumidos y por supuesto lealtad a quienes confían en nosotros.
Un ejemplo de esto fueron las grabaciones que hicieron un grupo de dirigentes pepecistas a otros de diferente línea en medio de un debate interno para sentar posición respecto a la fallida alianza entre el APP y APP, partido liderado por César Acuña.
Lo dicho en una interna, ahí debe quedar. Muchas veces coloquialmente se dicen cosas o expresiones que no se dirían públicamente y menos respecto a opositores políticos.
¿Qué pasó por la mente de esos infidentes que no solo grabaron subrepticiamente sino lo difundieron a la prensa? ¿Se habrán dado cuenta que no solo han hecho un tremendo daño a su partido sino sobre todo han terminado de romper la confianza entre ellos?
¿Qué tendremos qué hacer hoy en día para evitar la infidencia y la traición? Hablar con señas o escribir en una pizarra y luego que se lea lo que decimos borrar esos conceptos?¿ Los informes tendremos que escribirlo a máquina de escribir (práctica que se dice hace la inteligencia rusa para evitar filtraciones en el mundo online) y marcarlos para saber quién es el traidor?
Sin embargo, nada se podrá hacer si ante todo no formamos a ciudadanos leales, que respeten juramentos y promesas; y ello por lo visto cada día es más difícil.
Pese que a algunos odiadores no les guste el ejemplo, el Partido Aprista logró sobrevivir a las peores persecuciones gracias a la Lealtad; algo que hoy casi ni existe. Hoy vivamos, mañana atacamos a quienes alabamos.
Hasta en el mundo de la mafia siciliana, la Yakuza o la del Dragón Rojo hay un código del silencio ("omerta" en la mafia). Quién lo transgrede tiene mal fin, inevitablemente. Hasta en ese mundo vil hay "principios" que hoy no vemos en la política peruana.
Las prácticas del doctor Montesinos fueron puestas en evidencia "gracias" a una delatora como Matilde Pinchi; hoy en día se buscan delincuentes que se prestan a "colaborar" a cambio de su libertad. Esto se convierte en una práctica común y permite evadir la responsabilidad de tanto delincuente de "cuello y corbata". Sin embargo vemos que poco ha servido esa vil e incentivada práctica. Nadie aún ha sido condenado severamente por el delito de traicionar a su Patria habiendo incluso ocupado el sillón presidencial.
Qué desgraciado momento cuando se eliminó de la currícula escolar el curso de Educación Cívica y el curso de Deontología Profesional es tratado tangencialmente en el universitario. Hoy tenemos traidores que son considerados "héroes" o que son sindicados como "vivos". Hasta el mundo de la delincuencia, como dijimos, tiene "más principios".
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