Si hay un plato que indudablemente me hace
recordar a mi madre y por ende a mis ancestros es la Polenta, plato de la cocina tradicional originaria de Italia.
La Polenta que nosotros hacemos es a base de la harina de maíz y en mi caso
no puedo de evocarla sino con su infaltable lonja de asado de res en salsa boloñesa y
rociada con abundante queso parmesano, el verídico.
Su preparación es sencilla pero no por ello
deja de tener sus secretos que pasaré a enumerar.
La
paciencia es uno de los principales ingredientes de este plato. ¿Por qué lo digo? Muy sencillo. Luego de que el agua esté
hirviendo hay que rociar la harina de maíz y moverla constantemente. Ello
permitirá que la cocción sea pareja, transformándose en un delicioso manjar y
no en una incomible masa.
Recuerden que para que la harina de maíz
obtenga un sabor premium hay que
agregar en el agua una adecuada dosis de
sal y unas cuantas hojas de laurel y ramitas de romero.
Una manera de saber que la harina de maíz
ya está a punto es cuando empieza a “salpicar” (cuidado con las quemaduras).
Recuerdo que en este momento mi madre echaba un generoso trozo de mantequilla, queso parmesano y un buen chorro de leche evaporada y seguía
batiendo. Ojo con esto, por eso insisto que hay que ser pacientes.
Ya cuando la harina de maíz se transformó
en Polenta, verterla en un pirex rectangular engrasado y dejar enfriar.
Paralelamente ya habremos hecho nuestra
salsa boloñesa y cocido a la olla nuestra pieza de asado.
Una
vez que la Polenta ha cuajado podemos cortarla en generosos trozos y servirla
con la salsa caliente encima y un buen filete de asado de res. Y cómo les dije
al inicio, echar encima generosamente el queso parmesano rallado en el momento.
La Polenta es un plato que no se encuentra
por lo general en las cartas de los restaurantes siendo por eso un plato de
casa. En la mía se comía dos domingos del mes y los otros dos, los infaltables
tallarines.
La Polenta es un plato popular que aún sin
salsa ni asado es exquisito y sobre todo me recuerda a las benditas manos de mi
madre. Recuerdo que aún en época de las “vacas flacas” la comíamos con solo la
salsa y nos parecía un manjar de Dioses. Ello
nos hace ver que el compartir generoso va más allá de los ingredientes gourmet.
Muy linda publicacion
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