Uno de los sándwiches que casi han desaparecido de las cartas de los cafés es el de aceitunas negras, unas nobles hijas del Olivo.
El barranquino Juanito es uno de los lugares donde es posible conseguirlo; otro de los lugares donde se podía pedirlo era un café tradicional-ya cerrado- que quedaba frente a la puerta lateral de Palacio de Gobierno en el Jirón de la Unión.
Las aceitunas negras se consiguen secas en los mercados de la capital y en ciertos supermercados y panaderías, ya preparadas.
Sin embargo preparémoslas en casa como lo hacía mi madre. Lo primero que debemos hacer es lavarlas bien con agua tibia y luego remojarlas de un día para otro, de preferencia.
Luego hay que freírlas usando aceite de oliva condimentándolas con ajo, orégano y un chorrito de vinagre tinto y salsa de soya.
Lo ideal es macerarlas con cebolla cortada a la pluma y ají causa cortado en finas láminas antes de servirlas en un crocante pan francés o baguette.
Las aceitunas negras son una especialidad para gustos refinados y personalmente me gusta comerlas aconpañándolas con un vaso de leche con café bien caliente.
Lamentablemente, como dijimos al inicio, es una tradición que se va perdiendo con el paso del tiempo como muchas tradiciones y valores, los que buscamos recuperar o conservar quienes nos llamamos conservadores.
Hay que promover su consumo, no solo por su alto contenido de hierro, sino porque también deberíamos buscar conservar su consumo como el de platos criollos como fueron heredados. Sigamos cocinando o pidiendo un Cau Cau como lo preparaban nuestras madres o abuelas y no esos platos "gourmet" al que algunos llaman con el mismo nombre pero ya han dejado su esencia.
Por cierto no solo pasa ello con este plato sino con muchos que hoy son presentados como parte de la cocina "fusión". Pasa lo mismo con aquellos que buscan olvidar el Patriotismo, nuestra Fe y otros valores sustituyéndolas por el "plurinacionalismo", cultos paganos o "familias no tradicionales".
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