Mi relación con la provincia Constitucional del Callao data de cuando era un niño de 7 años e iba con mi familia a veranear a la playa Cantolao. En esa época vivía en Pueblo Libre y tomábamos la avenida Brasil y luego recorríamos toda la avenida La Marina, rodeada de campos de maíz, hasta el Ovalo y de ahí tomábamos Guardia Chalaca y entrábamos a Sáenz Peña hasta el final donde se erguía el Real Felipe. De ahí llegábamos a la Plaza Grau y luego concluimos el viaje en La Punta en un Packard de 1959, propiedad de mi tía Dora.
Nuestra paseo se iniciaba a las 7 de la mañana y luego de una permanencia no muy larga en la playa, tomábamos desayuno con el pan de la hoy Panadería Panarello. Hasta hoy recuerdo el aroma de sus inigualables panes franceses con queso fundido Laive.
La Punta siempre fue un lugar que aprecié y admiré , con sus casas señoriales, su malecón y "la punta" desde donde se aprecia tan cerca las islas San Lorenzo y El Frontón.
Otro recuerdo que asocio a mi niñez es cuando íbamos con mi padre y mi hermano Juan a pasear y mirar el mar desde la Plaza Grau previo paso por una panadería en la Av Sáenz Peña para comprar sus deliciosos panes "chalacos".
Cuando tenía 17 años volví semanalmente al Callao para dictar clases de Matemáticas al hijo de un familiar que entonces vivía en la calle Constitución. Fui por un año todos los sábados y domingos en el bus de la línea 48, el mismo que tomaba en la avenida Bolívar y del cual me bajaba o en 2 de mayo o en la Plaza Grau y de ahí caminaba unas cuadras.
Luego ya pasados los años volví con cierta frecuencia cuando llevaba a turistas a pasear por el Callao y La Punta. Eran infaltables las visitas al Rovira, al Mateo y también a la Casa Ronald y por supuesto al Real Felipe, que alojaba en los 70s al BI39 donde alguna vez me presenté para servir a mi Patria pero por indicación de un amigo de mi familia, el Capitán EP (r) Boris Díaz, debí desistir por falta de peso..
A comienzos de la primera década de este siglo volví a ir al Callao los domingos y por dos años acompañando al León Porteño, club de Primera de la Liga del Callao, equipo que era de propiedad de mi finado amigo el Ingeniero Eduardo Ramirez. Iba todas las semanas junto con mi amigo Tano Bártoli quien fue el entrenador del equipo, gracias a mi iniciativa. En ambos años viví bonitas experiencias en las tribunas del antiguo estadio Telmo Carbajo junto con mi amigo Eduardo, Carlos Figueroa y los muchachos que nos acompañaron en esa aventura; entre ellos Banana Ruiz, Jara, La Rosa, Rony, Acuache, Cachetada, los hermanos Muñoz y otros. Incluso con ellos en la primera temporada llegamos a las semifinales del Interligas Regional. Aquellos dos años viví el sentir respetuoso de los hinchas del Chalaco, SIMA, Frigorífico, Danubio y otros clubes de añejo estirpe. El Callao no era solo el Sport Boys, sin dejar de reconocer la grandeza de los rosados y de sus hinchas como mi amigo, el gran periodista César Chikito Rojas, del gran Alfonso Puchungo Yañez y tantos otros.
El Callao es Provincia Constitucional desde 1857 y en 1866 desde sus costas se defendió la libertad del Perú frente a intentos españoles de regresar al Peru. Hoy se recuerda este hecho en Chucuito con una réplica del Cañón del Pueblo, recordando la inmolación de José Gálvez.
Los chalacos son un pueblo único, amante de la Salsa y que toda la vida ha enfrentado la braveza del mar y la furia de la naturaleza como aquel lejano 1746. El Callao tiene sus huariques no solo en el Centro Historico o La Punta sino en la Ciudad del Pescador o en La Perla (Cuto 16 del gran Lucho Guadalupe).
El Callao es también sus colegios emblemáticos como el 2de Mayo, Salesiano, Maristas y otros así como su club Bilis y es el lugar donde los grandes de la Salsa vinieron a tocar porque aquí debían tocar si se consideraban grandes. El Callao hoy es también Mi Perú, Pachacutec y por cierto Ventanilla ( a donde fui por primera vez a la llamada Ciudad Satélite en 1974, cuya existencia fue producto del trabajo del gran Pedro Beltrán).
El Callao vive en sus políticos, en sus ídolos y en sus pobladores sin embargo también tiene una problemática innegable. No todos sus lugares son seguros ni toda su gente nos da la bienvenida pero ello no implica generalizar este hecho.
Me quedo con mis recuerdos y con los chalacos de bien que hacen grande al Callao, al que han cantado y sobre el que han escrito grandes artistas, vates, escritores y periodistas.
Chimpum Callao¡