miércoles, 13 de septiembre de 2023

50 AÑOS DESPUES

 


Hace un poco más de 50 años, en marzo de 1973, trece jóvenes iniciamos el camino al que nos llevaría una precoz vocación.

Ninguno de los trece la coronaríamos pero nuestra permanencia en el Aspirantado Salesiano Pablo Albera marcaría nuestras vidas y la formación recibida nos hizo reforzar nuestros valores recibidos en la casa y en la Primaria, sobre todo nuestra Fe Católica y el amor a la Virgen María. Amen de recibir una educación de primerísima calidad (incluyendo clases de Latín, enseñanza de diversos instrumentos musicales y formación humanística y artística). 

Justamente para recordar nuestro paso por la Casa de Formación Salesiano y aprovechando la presencia de nuestro Hermano Jorge Farfán, la pasada semana nos reunimos con él y tres de los trece (quien escribe, Pepe Bazán y Jorge Cobo), acompañándonos nuestro Hermano Mayor Víctor Gonzáles, quien entonces ya estaba en Segundo de Secundaria. Lamentablente no pudieron estar Carlos Vivar y Miguel Rimarachín (quienes residen fuera del país), Cerna quien ya partió al lado de Dios y otros seis compañeros (Castillo, Díaz, Campbel, Quispe, Aylas y Choy), con quienes no tenemos contacto.

Muchos recuerdos afloraron cuando paseábamos por los patios de lo que hoy ya no es una Casa de Formación. Por supuesto que rezamos en la Capilla siendo Víctor quien dirigió la oración; entramos a lo fue el  Teatrín  y recordamos las horas de clase y estudio, de oficio, de recreo y deportes, de las comidas en comunidad y por cierto de la formación religiosa.

A más de uno nos dió ganas de tocar la campana para retroceder a los días de Aspirantes. Recordamos a los Padres Santilli, Flowers, Vera, Arízaga, Gutiérrez, Jaromin, Olenchinski, Vacacela, Juge, Fanello; a los Hermanos Mayores que luego fueron sacerdotes como Posada, Domenech, Atarama y a quien partió a temprana edad, nuestro recordado y querido Andrés Costa (hermano del gran Archie) así como nuestros profesores laicos Collazos y Castillejos.

Es cierto que el tiempo pasa pero también hay momentos mágicos que nos hacen retroceder en el tiempo y la amistad forjada en esos años revive y aflora.

Tras unos 90 minutos de nuestra permanencia,  almorzamos juntos siendo Jorge Cobo el encargado de agradecer a Dios por los alimentos que nos sirvieron en el restaurante Mezzanine, siendo muy bien atendidos por John en el ambiente privado. No fue la Polenta o el Trigor que nos cocinaba Don Pauta sino un poderoso Caldo de Gallina y una excelente Milanesa a la Napolitana.

Tras ello solo quedó los abrazos afectuosos de despedida y la promesa de volver a reunirnos. Que Dios y la Virgen María Auxiliadora lo hagan posible.



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