Ha pasado ya más de dos años, tiempo en que se inició un encierro que pretendió impedir la propagación de un mortal virus que se llevó de este mundo a más de 200 mil peruanos quienes dejaron tras si miles de deudos, penas, problemas y el recuerdo de aquellos que los conocieron.
Muchos de las muertes pudieron ser evitadas pero la incapacidad y la corrupción pusieron "su grano de arena". Hoy el responsable de ese genocidio se pasea como si nada y dice que "el Perú es primero".
En los primeros días de la crisis sanitaria no nos imaginamos qué sucedería. Las noticias que llegaron de la lejana China fueron soslayadas y un Estado ineficiente no hizo nada (o muy poco) para prevenir el impacto de lo que se veía venir. Ni camas UCI, ni pruebas moleculares y menos había tiempo para capacitar personal sanitario para hacer frente a las necesidades que se desbordaron al poco tiempo.
Millones de peruanos no estábamos preparados emocionalmente para afrontar un encierro que se prolongó innecesariamente y tampoco en lo social ni en lo económico. La vida laboral se transformó rápidamente y ni qué decir para aquellos que estudiaban. La tecnología permitió ello pero a costa de una casi nula interacción física de las personas.
Las redes sociales reemplazaron las reuniones presenciales y de pronto las calles antes pobladas y ruidosas se silenciaron. Recordamos el video de una canción de los Rolling Stones que mostraba Londres como una ciudad habitada por fantasmas.
Pero como todo en la vida, ésta volvió a "la normalidad". La gente volvió a salir, a tomar un café y a reunirse. La vida volvió a humanizarse.
Volvimos a vernos las caras con los amigos de siempre y hablar del pasado, presente y futuro tal como el pasado viernes lo hice con mi hermano Mario Bolarte, con quien me une 47 años de amistad fraterna. Sabrosas anécdotas compartidas con las canciones de Los Doltons y la mención de comunes amigos hizo de la velada una oda a la vida, el recuerdo de años maravillosos (de los que ya me he referido), en un lugar donde siempre soy bienvenido como es el Mezzanine (San Martín 484, Magdalena), excelentemente atendidos por José, Carlos, los Luchos y todos en general.
Así como la vida volvió a ser la de antes, esperamos que el Perú vuelva a ser el los días previos a julio del 2011, en los que soñábamos con ser un país desarrollado y libre.
Ojalá que pronto la "noche" a los que nos ha sumido el castrochavismo acabe como acabó el encierro y la incapacidad del Lagarto Genocida.
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