No hay día que no pasemos al lado de un casi inservible teléfono público. Desde la pandemia (o un poco antes) ya casi nadie los usa aunque quién sabe. Un día se nos baja la batería del celular y podría servir para hacer un llamada que nos salve la vida o nos saque de un apuro. Sin embargo la gran mayoría de personas no sabe ni diez números de amigos o familiares; incluso hay quienes ni recuerdan el suyo.
Así como los teléfonos públicos, hay otros objetos u ocupaciones que ya ni se demanda por ellos o por sus servicios. Por ejemplo cuántos habrán comprado un radio a transistores o ha recibido una carta de un familiar que viven a miles de kilómetros. Es más, la mensajería digital mutó desde los e-mails hasta los mensajes de Whatsapp. Qué más sorpresas no traerá la tecnología.
Detrás de todo ello está la mano invisible del mercado. Hay productos que se vuelven "obsoletos" por la propia lógica de la dinámica del sistema productivo. Hoy nadie usa ya PCs 386 o pocos usan PCs por más modernas que sean. La gran mayoría usa Laptops o incluso potentes smartphones que hacen todas las funciones que uno demanda.
En muchos casos lo que cambia es el modelo por uno más moderno como los programas operativos vía la llamada "obsolencia programada" que nos obliga a renovar la versión cada cierto tiempo, previo pago por la actualización.
Hay también quienes sin necesidad renuevan autos, equipos u otros bienes por tener "la novedad del mercado". A ellos se dirigen los estrategas marketeros para capturar esos consumidores vía lo que se llama "el descreme de mercado". Ello a su vez crea un mercado de "segundo uso", pués los productos son tan buenos que siguen funcionando o sirviendo. Sin embargo hay excepciones a lo funcional como es en el mundo de la moda, que crea una "moda retro" por lo que muchas prendas de vestir de antaño son demandadas y vendidas en "mercados de pulgas" en muchas ciudades del mundo, incluso a precios sustantivos.
Sin embargo así como productos y servicios desaparecen inexorablemente, hay productos o marcas que persisten en el tiempo. Un caso icónico es la Coca Cola (a pesar de productos que agrandan la oferta del producto como por ejemplo la Diet).
No son muchos los casos con éste. Grandes marcas exitosísimas de pronto desaparecieron pues las empresas detrás de ellas no previeron las amenazas que finalmente las hicieron desaparecer del mercado.
Del mismo modo suceden con las creencias, ideas y las instituciones de todo tipo.
Hay quienes se mantienen vigentes a pesar de las aguas bravas en las que "navegan" como el Catolicismo o dos instituciones que el próximo año cumplirán 100 años de existencia (el Club Universitario de Deportes y el APRA). Cada quien se tiene que adaptar a los tiempos sin perder su esencia que los distingue. Quién diría que hoy ya no haya Misas en Latín, la camiseta crema ahora sea hasta de color negro y que en algún momento se haya tenido que ceder para sobrevivir (la Convivencia o la Superconvivencia del APRA en los años 50' y 60').
En los años 80s el recordado Pocho Rospigliosi decía que "todo podía cambiar, menos Ovación (su gran creación)". Con el tiempo no solo fue un exitoso programa deportivo sino una revista y hasta una estación de radio. Hoy Ovación sigue existiendo como tal pero sin la trascendencia que tuvo antaño. Tuvo que cambiar para seguir existiendo.
Otro caso (quizás digno de un curso de un Postgrado) fue la Universidad del Pacífico que en sus Bodas de Plata su entonces Rector aseveró que seguirían siendo "la universidad que entonces era". La realidad y la competencia hizo que ello no fuera así. Hoy la Pacifico es "otra" y lamentablemente sus principios rectores que le dieron origen ya no son los mismos; algo que lamentamos muchos.
Finalmente, hoy que muchos peruanos reclaman cambios radicales en la política, ¿ habrá quienes estén en condiciones de ofrecernos ideas renovadas sin abandonar sus principios o será que hay muchas "386 o versiones obsoletas" en nuestra política que no están en capacidad de plantear soluciones a los urgentes problemas del Perú?
En ese camino veo dos alternativas (sin que necesariamente las comparta). Una de ellas es la corriente renovadora en el APRA que encabeza el joven Enrique Valderrama o las propuestas del congresista Carlos Anderson, el que aún se autodenomina "un Llanero Solitario". Hay otros políticos valiosos pero que aún están en "la coyuntura" pero no plantean propuestas de mediano o largo plazo.
El Perú necesita más "Coca Colas, Universitarios, APRAs u Ovaciones" más allá que nos gusten o no. O en mi opinión, de una Universidad del Pacífico que vuelva a sus fuentes.