En los últimos días hemos escrito más de una vez sobre cómo la progresía se ha infiltrado en diversos estamentos del Estado para inocular el veneno del odio y de las aberraciones.
Desgraciádamente los llamados a hacer frente a esta ofensiva a todo nivel no tienen los recursos para actuar. La llamada derecha empresarial nunca se interesó en financiar una respuesta y más bien, cándidamente, financia directa o indirectamente a quienes mañana les cortarán la cabeza.
No hay que negar que los "productos culturales" con los que amansan a la sociedad están "bien hechos". Son tóxicos pero bien edulcorado y coloridos.
Nuestra juventud se compra el mensaje sin pensar mucho. Es una lástima. Hablamos de películas como las de Netflix que promueven aberraciones, poesía que envenena la mente, series como las de History Chanel que victimizan a los traficantes de drogas o elevan al rango de héroes a los capos mafiosos que matan a millones con la venta de cocaina.
Cuándo será el día que propuestas como las de Juan Carlos Oganes se repliquen o tengamos series o películas que vuelvan a revaluar la Familia y el Orden Natural. Ya ni qué decir de la música, exposiciones artísticas o de libros que promuevan valores y no busquen homosexualizar la Sociedad.
Ni qué decir del papel de los Ministerios de Educación, Cultura, Mujer y Poblaciones Vulnerables (que debería ser de la Familia) y en general todo el Estado. Sus acciones deberían ser canalizadas a promover un Perú mejor y no llevarlo a las garras del Nuevo Orden Mundial y de la subversión asolapada cuyo único objetivo es claro, DESTRUIR AL PERÚ.
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