Tras la pandemia, uno de los sectores de la economía que más sufrió las consecuencias fue el turístico. Miles de hoteles cerraron sus puertas, millones de empleos se perdieron, miles de empresas quebraron y diversos sectores conexos sufrieron millonarias pérdidas (transportes, restaurantes y afines, artesanías y otros).
Un caso en particular es Cusco, una región que desde hace mucho tiempo depende del turismo. En las buenas muchos se benefician y de igual manera, en las malas muchos se perjudican.
Sin embargo parece que un sector minoritario pero mediático no entiende ello o exprofesamente hace lo posible para destruir cualquier posibilidad de desarrollo. Ello se ha visto no solo en las semanas en las que subversivos paralizaron la región sino a lo largo de muchos años con bloqueos de carreteras, vías férreas y destrucción de propiedad pública y privada. Todo ello perjudicó a miles de turistas que tuvieron que suspender o anular sus viajes con las pérdidas que significó ello.
De qué vale la construcción del nuevo aeropuerto de Chinchero, del teleférico que posibilitará la visita a Choquequirao con lo implica ello - ampliación de la oferta turística- o la inversión en infraestructura de todo tipo; si no hay orden y seguridad; si no se elimina cualquier posibilidad de hacer impredecible viajar en el Perú.
Desgraciádamente la respuesta de la demanda de servicios turisticos no es tan rápida en volver a crecer y por tanto permita más turistas en el corto plazo. Las reservas anuladas para este año ya no volverán a hacerse y se debe trabajar para la temporada 2024.
Ojalá que entendamos que hay que cuidar a "la gallina de huevos de oro" que representa el sector turístico. Si no cambiamos "el chip" de algunos malos peruanos; no solo tendremos que seguir lamentando pérdidas hoy sino en el mediano y largo plazo.
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