En 1969 el gran cantante nacional Raúl Vásquez cantaba a "la plañidera", aquel personaje al que se refería el tradicionalista Ricardo Palma y que existió hasta hace algunas décadas.
Contratada por unas monedas, lloraba a un difunto que nunca conoció. Era un oficio que permitía vivir a algunas personas a cambio de aparentar dolor por la partida de alguien.
Por cierto solo los desprevenidos pensaban que esas lágrimas "derramadas" eran genuinas.
Cuántas similitudes y diferencias hay entre esa plañidera y los caviares que lloran "amargamente" por sus amigos y socios que han venido perdiendo gollorías, lo que ha ocasionado que ellos también las pierdan (asesorías, consultorías, publicidad, media training y tantas sangrías inservibles al presupuesto público).
Una primera diferencia entre los mencionados es que caviaraje sí conoce a "sus difuntos" y no recibe nada por sus "lágrimas", sino que éstas son más bien por dejar de percibir jugosos "sencillos".
Por otro lado el oficio de plañidera era un "trabajo" que al menos servía de algo como por ejemplo dar "el marco de dolor" en un velorio donde algunos iban a ver si se ganaban "alguito". En tanto las lágrimas de las modernas plañideras "no sirven" para nada positivo. Al contrario, con ellas buscan regresar al "status quo" que les permita mantener un poder que les reditúa (aún) jugosos ingresos.
Llorar la pérdida del control del Ministerio Público, SUNEDU, del Tribunal Constitucional o de la Defensoría del Pueblo son golpes que aún el caviaraje no asimila. Es cierto que aún mantienen cuotas de poder en el Estado - en calidad de eternos "gobiernistas"- no de ahora sino desde fines de los 90s (los jóvenes tecnócratas de entonces que "trabajaban" para el fujimorismo). El poder que aún retienen no solo está dentro del Estado sino alrededor del mismo (vía las oeneges) o gracias a "las puertas giratorias" tan útiles cuando han sido necesarias para saquear el presupuesto público en casos como Lava Jato o en las raterías del corrupto castillismo.
Las lágrimas de las plañideras y los caviares llorones sirven -finalmente- para lo mismo. Para vivir del engaño a costa de ingenuos. No seamos tan babosos de no darnos cuenta de la cebolla que esconde el pañuelo "arco iris" y que provoca "esas lágrimas de lagarto".
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