¿Qué ha pasado en el Perú para llegar a este punto en el que nos encontramos? se preguntaba en voz alta un gran amigo, con quien conversaba el día de ayer.
El mencionado es una persona que ha viajado por gran parte del mundo y en base a ello lo que sostuvo es pertinente.
"El Perú es uno de los países más informales de los que conozco" me dijo mientras sorteábanos una serie de heces depositabas en las veredas mientras caminábamos por las calles de un distrito clasemediero de Lima.
Qué momento tan paradójico para lamentar lo que pasa el Perú donde es "pan de cada día" falsificar tesis, desfalcar el presupuesto público, mentir o provocar la muerte de miles de personas debido a la incapacidad de funcionarios públicos.
El Perú creció social y economicamente y gracias a ello se luchó con éxito contra la pobreza pero desde el 2011 empezó el retroceso lento pero progresivo. Sin embargo el retroceso moral viene de antes. Un ejemplo de ello -quizás el más claro- es el llamado caso "Lava Jato", por lo cual aún nadie está condenado pese a los años que se viene investigando a decenas de implicados.
La falta de civismo no solo se expresa en grandes cosas sino en pequeñas. A muchos no les extraña ya nada y menos ni se inmutan ante tanto despropósito. Como cuando Julio Sosa cantaba en aquel tango llamado Cambalache "da igual ser ignorante, sabio o chorro..".
El diagnóstico es claro; ¿qué hacer para remediar esto y cambiar nuestra Patria? Pasa esto por trabajar con las nuevas generaciones y los ciudadanos de hoy desde una familia fortalecida, desde el colegio con profesores probos y capacitados y desde la Sociedad en general.
Mi amigo concluyó sus acertadas reflexiones sobre lo qué pasa en el Perú con algo ciertísimo. "Cuando las normas cívicas de un país son más fuertes que la ley, ese país deviene en un país desarrollado. La riqueza de un país no está en el subsuelo, sino en los seres que cohabitan encima de ella", dijo. Brillante reflexión.
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