Escuchar a los comunistas que ocupan una curul en el Congreso es volver a los años 80s cuando el Congreso era "la caja de resonancia" del accionar terrorista. Cómo olvidar las razones que esgrimían Diez Canseco y otros para decir que estábamos en "un proceso revolucionario" y que los que hacían explotar un cochebomba o asesinaban a un policía por la espalda eran "luchadores sociales ". Hoy los saqueadores e incendiarios son llamados "protestantes con justa demandas". Lo que hoy sucede empezó con el infausto gobierno transitorio de Paniagua y continuó con el corrupto Toledo que no solo reescribieron la historia (comisión de "la verdad y reconciliación") sino que liberaron a centenares de asesinos.
Ahora la mentira y el odio esparcidos por el ladrón golpista Castillo y sus cómplices ya están "cosechando" sangre y muerte. Es "la cuota de sangre" que exigían los cabecillas de sendero y el mrta a sus militantes. En aquellos años se "exigía" incluso morir en las revueltas de presos terroristas en los que se llamaban "luminosas trincheras de combate" (léase cárceles). Hoy también hay muertos, son "la carne de cañón" enviada a morir en la legítima represión del delito. Esos no son sino estadísticas necesarias para llamar genocidas a la Policía Nacional y a las Fuerzas Armadas.
El cinismo con el que hablan los congresistas comunistas es increíble. Los muertos ni el sufrimiento de un pueblo les interesan; lo que buscan es el desorden y caos que les sirve para justificar que estamos en "un momento constituyente" tal como sucedió en Chile el 2020.
Ya van más de cuatro semanas y el único en cárcel es el cabecilla del golpe; los demás autores intelectuales y cómplices siguen en libertad. Ningún cabecilla de la algarada terrorista está detenido menos aún siquiera quienes bloquean pistas o han incendiado y saqueado locales públicos privados en Ayacucho; Puno, Huancavelica; Apurímac; Cusco, Ica y Arequipa. Y no solo eso; incluso el gobierno ofrece indemnizar a los deudos de los subversivos muertos en enfrentamientos con las fuerzas del orden; mientras decenas de policías sufren las consecuencias de órdenes cobardes.
Sigue la misma voz temblorosa y cobarde de un gobierno que es incapaz de asumir la responsabilidad de poner orden y enfrentar al terrorismo.
La narrativa comunista habla de inocentes protestantes pacíficos que exigen que se cumpla la agenda subversiva para tumbarse el Estado de Derecho. Lo que buscan es destruir el Estado de Derecho y hacer del Perú, un país inviable.
El Perú para ser pacificado necesita derrotar al terrorismo comunista y luego iniciar un proceso de diálogo con quienes quieren construir Patria y no destruirla.
No seamos ingenuos ni cobardes. Es hora de actuar con firmeza.
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