Somos de una generación que creció en medio de una farsa a la que llamaron "la revolución peruana" y cuyo legado siguió vigente toda la década de los ochenta.
El "fruto" de ese árbol podrido fue la gran crisis que casi destruye nuestra Patria y una mentalidad estatista que persiste aún en algunos.
Por años se vendió la idea que la propiedad privada era el germen de la pobreza de millones de peruanos y para combatirla había que crear nuevas formas de propiedad donde "todo fuera de todos". Surgieron entonces modelos que fracasaron y originaron sólo atraso. Cooperativas, empresas de propiedad social, sociedades de interés social y otras. Todo fue una farsa.
Mientras tanto, toda iniciativa privada fue atacada y mostrada como "explotación del hombre por el hombre".
Hoy estamos volviendo a ello. Mentes afiebradas vuelven a soñar con un estado empresario y las empresas son arrinconadas por un burocratismo asfixiante.
La receta es sólo una. Pará que exista desarrollo debe haber un Estado que cumpla con el rol que la Constitución le asigna y la inversión privada tendrá las garantías que le permitan generar empleo y desarrollo.
Lo demás es apostar por un camino que sólo ha traído atraso y miseria. Cuba, Venezuela y la empobrecida Argentina son los ejemplos de caminos que no debemos recorrer.
Foto: concepto.de
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