Hará unos
días leía que los peruanos éramos unos de los terrícolas más felices. Ello no
solo me sorprendió sino que hizo que me preguntara sobre qué era la felicidad y
si uno vive feliz o tiene instantes felices.
Recuerdo
una ocasión en el desastroso gobierno de Belaúnde2 los periodistas le
preguntaron al entonces Primer Ministro Javier Alva por qué siempre se le veía
con el rostro adusto. El acciopopulista, de paso cuestionado por el Tribunal
Constitucional, respondió que “no podía vivir alegre en un país con tantas
necesidades y donde la gente la pasaba tan mal”. Extraña forma de “autocrítica”
para alguien que era alto funcionario de un gobierno que no solo había hecho
muy poco sino que había profundizado una crisis que venía del primer gobierno
de Belaúnde.
Pese a lo
dicho Alva algo tenía de razón. Nadie en su sano juicio puede vivir “feliz” en
medio de tanto problema, nos atañe o no, Sin embargo, luego de años del desastre de los 80s, el
Perú logró levantar cabeza. Ya los peruanos no querían irse del país y más bien
miraban con optimismo el futuro. Lamentablemente a partir del 2011 (sin contar
por supuesto el hasta entonces desconocido entramado de Lava Jato que existía
escondido desde el 2001) el Perú volvió a emprender una caída cuesta abajo que
no tiene aún visos de inflexión.
Dicho esto,
¿creemos realmente que el peruano vive feliz? Por motivos de reducir el ámbito
de análisis; ¿creerá usted amigo que me lee que un limeño vive feliz estando 4
horas del día en promedio en medio de un infernal tránsito viajando en un
Metropolitano, Tren o buses apiñados?
¿O
creeremos que vivimos carcajeantes cuando estamos expuestos a ser asaltados
incluso en lugares cerrados y aparentemente seguros como un Centro Comercial?
El 70% de
la vida económica es informal, incluyendo el empleo (precario y mal
remunerado). Ello no garantiza un mínimo de vida satisfactoria lamentablemente.
Sin embargo ello no implica que estemos abogando por un “estado empresario o un
papá-estado”; la solución a esto es un Estado Promotor e inversionistas
privados que generen empleo bien remunerado.
Ahora bien,
no todo lo material asegura “felicidad” y tampoco pensemos que una vida con
muchas restricciones no trae problemas. Dice un dicho, “el dinero suficiente no
te trae felicidad pero te tranquiliza los nervios”.
Volviendo a
si la felicidad es un continuo o son instantes en medio de un sin número de
emociones, creemos que es lo segundo. Los amigos o familiares nos pueden
proporcionar gratos momentos, como los que viví ayer que fue mi cumpleaños o
ver el mar en lontananza también dan una sensación sin par, algo que pocas
personas que viven en una capital latinoamericana tienen esa posibilidad.
Tenemos una de las mejores gastronomías del mundo y ello no solo nos llena de
orgullo sino que nos da la posibilidad de comer rico, siempre y cuando tengamos
algunos recursos para destinar a salir un fin de semana o hacer algo especial en
casa.
He tenido
la oportunidad de viajar al Viejo Continente y soy testigo de que la calidad de
vida, a pesar de las condiciones materiales, podría ser considerada mejor en
países como el nuestro. Qué difícil es para muchos europeos tener una mano
amiga en un momento de soledad o crisis emocional; algo que tenemos aquí,
muchas veces sin plazos ni horarios, gracias a una interrelación más cercana
con nuestro círculo de amigos y familiares.
Finalmente,
sería bueno que quienes han hecho ese estudio sobre “la felicidad” viajen en
combi o bus y miren las caras de los que viajan en el transporte público y
constaten cómo la gente ha perdido la capacidad de comunicarse sanamente con su
vecino de asiento. La tecnología evidentemente pone su grano de arena con
algunas cosas positivas y también con algunas negativas como el ensimismamiento
en el que viven muchas personas pegadas a un celular que se ha convertido en
algo más que un teléfono incluso para “chatear”
con desconocidos, con los problemas y peligros que acarrea esto.
Ojalá que
nuestras autoridades piensen en trabajar para lograr la felicidad de los
ciudadanos, vale decir en crear las condiciones de seguridad, para mejorar el
clima de inversión y empleo y para mejorar las condiciones para tener un nivel
de vida mejor.
No sé si
los resultados de “esa encuesta de felicidad” es cierta o no pero evidentemente
la gente no vive feliz ni con la clase política ni con el gobierno por una
sencilla razón, no hay resultados que hagan divisar un mejor horizonte. Allá el
gobierno y los políticos si quieren vivir engañados. Lo que sí puedo decir es
que la ciudadanía no se come ese “sapo”.
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