Algunas personas comen no solo por la necesidad de
alimentarse sino para compensar la falta de afecto y también por otras razones
de lo más raras e incomprensibles.
Saborear un exquisito plato para agradar al paladar es una
alternativa válida si no es la principal así como tampoco debería serlo si se
va a un restaurante de moda como una forma de “elevar la autoestima”. Incluso
vemos casos donde la gente come y luego deglute por problemas como la bulimia.
Entonces llevarse un plato al estómago se vuelve solo un pretexto para justificar una serie de
problemas psicológicos y por qué no decirlo, aberraciones.
Conocí un caso muy de cerca de una joven que no paraba
cuando empezaba a comer No exagero si digo que la vi comer kilos de fruta sin
parar. Si bien era algo subida de peso no lo era tanto habida cuenta de lo que
comía.
Uno de esos tantos días que solía comer en exceso no se le
ocurrió mejor idea que comerse como píldoras decenas de cebollines y otros
vegetales encurtidos. No paró hasta, incluso, tomarse el vinagre donde se
conservaban éstos. El resultado fue una baja tremenda de la presión arterial
que la hizo casi desfallecer. Su tía atento a ello supo de qué se trataba y con
un café triple la volvió en si . La joven terminó finalmente en una emergencia
para que le hicieran un lavado gástrico.
Rosa, como llamaremos a la joven, era de un apetito
insaciable. Su madre solía traer un pollo a la brasa del cual la joven se comía
la mitad incluyendo la mayor parte de las papas fritas y muchas veces terminaba
comiéndose el cuarto de pollo que le guardaban al padre, quien un día regresó a
casa con apetito, por lo que abrió la refrigeradora y al no encontrar más que un
plato de una aparente sopa con un enorme filete de hígado frito tuvo que
comerlo a pesar de saber algo mal.
Al día siguiente, el padre algo molestó emplazó a su esposa que preparara algo mejor que lo encontrado la
noche anterior. “Ya te voy a dejar de dar tanto dinero. Nunca encuentro algo
mejor que esa sopa de anoche”, dijo molesto.
La esposa sorprendida le preguntó a qué sopa se refería pues
la que ella había guardado era la comida de Cocodrilo, un perro que no había
comido la noche anterior.
Así era Rosa. Siempre llena de excesos y egoísmos.
Desgraciadamente así había sido criada o mejor dicho malcriada.
Desgraciadamente se cosecha lo que se siembra y la vida
siempre nos hace pagar nuestros errores y las oportunidades que dejamos de aprovechar
o los excesos que cometemos. Rosa pasa sus días en medio de estrecheces que
jamás imaginó en los días que su refrigeradora siempre estaba bien surtida
Reflexionemos sobre lo sucedido con Rosa. También podemos
aprender de errores de otros. Difícil pero no imposible.
Ni avaros que no podamos darnos un gusto ni dispendiosos
hasta la exageración. Solidarios pero no al extremo y menos egoístas con el
prójimo que necesita una ayuda.
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