La infancia y
primera juventud siempre guardan recuerdos y experiencias algunas jocosas,
otras dramáticas.
Contaré la
siguiente en forma breve, con personajes cuyas identidades guardaré por ciertas
razones y que es más jocosa que nada.
Todo ocurrió una
mañana cuando la señora Ana regresara a su
casa luego de hacer el mercado. En aquellos años se compraba usualmente lo que
se consumiría en el día, entre ellos los productos frescos sobre todo porque pocos tenían refrigeradora.
Aquel día luego
de dejar las bolsas de compras en la cocina, la señora Ana subió a la azotea
para recoger ya secos, los manteles, servilletas y secadores que había lavado
la mañana anterior.
Cuál sería su
sorpresa al encontrar un gato muerto
encima del tanque elevado de agua ante lo solo
atinó, con más asco que miedo, a coger al gato por la cola e intentar
lanzarlo abajo pero no contaba que el cuerpo salió despedido hacia el patio
vecino y ella se quedó con la cola en las manos.
Ante ello, bajó
rápidamente mientras empezaba a escuchar los insultos y gritos desaforados del
vecino. “Quién diablos ha lanzado este gato”, preguntó fuera de sí el anciano
vecino. El cuerpo del gato había caído sobre la ropa recién lavada que estaba
tendida en los cordeles del patío y por supuesto que la había ensuciado.
No pasó ni cinco
minutos y el vecino tocó la puerta donde vivía la señora en mención y sin más
ni más preguntó por sus hijos y por una sobrina, todos menores, que vivían en
la casa. Por supuesto que el señor no imaginó siquiera que había sucedido y más
bien pretendía culpar a unos de los vecinos menores de aquella situación.
La señora no se
atrevió a contar qué había pasado pues el vecino estaba fuera de si. Incluso se
atrevió a acusar a unos vecinos de “brujería” porque él suponía que no le
tenían buena fe.
jajajaa q buena jajajaja
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