martes, 19 de marzo de 2019

EL GATO VOLADOR


La infancia y primera juventud siempre guardan recuerdos y experiencias algunas jocosas, otras dramáticas.
Contaré la siguiente en forma breve, con personajes cuyas identidades guardaré por ciertas razones y que es más jocosa que nada.

Todo ocurrió una mañana cuando la señora Ana regresara  a su casa luego de hacer el mercado. En aquellos años se compraba usualmente lo que se consumiría en el día, entre ellos los productos frescos sobre todo porque  pocos tenían refrigeradora.
Aquel día luego de dejar las bolsas de compras en la cocina, la señora Ana subió a la azotea para recoger ya secos, los manteles, servilletas y secadores que había lavado la mañana anterior.
Cuál sería su sorpresa al  encontrar un gato muerto encima del tanque elevado de agua ante lo solo  atinó, con más asco que miedo, a coger al gato por la cola e intentar lanzarlo abajo pero no contaba que el cuerpo salió despedido hacia el patio vecino y ella se quedó con la cola en las manos.
Ante ello, bajó rápidamente mientras empezaba a escuchar los insultos y gritos desaforados del vecino. “Quién diablos ha lanzado este gato”, preguntó fuera de sí el anciano vecino. El cuerpo del gato había caído sobre la ropa recién lavada que estaba tendida en los cordeles del patío y por supuesto que la había ensuciado.

No pasó ni cinco minutos y el vecino tocó la puerta donde vivía la señora en mención y sin más ni más preguntó por sus hijos y por una sobrina, todos menores, que vivían en la casa. Por supuesto que el señor no imaginó siquiera que había sucedido y más bien pretendía culpar a unos de los vecinos menores de aquella situación.
La señora no se atrevió a contar qué había pasado pues el vecino estaba fuera de si. Incluso se atrevió a acusar a unos vecinos de “brujería” porque él suponía que no le tenían buena fe.

Nunca se enteró el vecino cómo había aterrizado el gato en medio de su ropa a medio secar y la señora, responsable que el “gato hubiera volado post mortem” se quedó con el secreto del “Gato Volador”, el mismo que hoy dilucido 45 años después.

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