Recuerdo los
años 70s cuando lo peruanos éramos “mayores de edad” a los 21 años. Ello
implicaba no solo el derecho a sufragio sino cosas tan venales como ingresar a
los cinemas para ver películas “para adultos”. Los avisos cinematográficos
hacían alusión a “películas de alto voltaje para estrictamente mayores de 21
años”. Habían también películas para mayores de 18 que no eran tan demandadas
por quienes no tenían aún la mayoría de edad.
Eran los años de
Lando Buzzanca, Edwige Fenech, Laura
Antonelli, Porcel y Olmedo y otros. Años atrás era famosa la dupla Armando Bo-Isabel Sarli, musa de
millones de latinoamericanos.
Cada barrio
tenía su cine “especializado” en este tipo de películas. Por citar algunos; Olimpo en La Victoria; Alfa, Ritz, Imperio,
Omnia y Colón en el Centro de Lima; Gardel en Magdalena y uno que era el
favorito de cientos de jóvenes que por una pequeña compra adicional (un
chocolate) al pago de la entrada se les permitía ingresar a ver este tipo de
películas.
Justo hará unos
semanas me encontré con un gran amigo de la juventud, el famoso Peluquita. Tras 45 años compartimos gratos momentos, como
si no hubieran pasado los años.
Justo fue él quien me hizo referencia al cine
del combo “entrada-chocolate”. Se refería al famoso Rívoli, ubicado en el Jirón Chota, a pocos metros del Paseo
Colón.
El procedimiento
para acceder al combo era sencillo. Comprabas tu “combo” y tenías que esperar
que empezara la función (estando ya la sala a oscuras) para poder ingresar. Más
de uno termino de bruces en el suelo o viendo la película de pie pues el aforo
ya estaba copado.
Me cuenta Peluquita Farfán que estando internando
en un colegio de Magdalena, aprovechaba cualquier oportunidad para salir por la
ventana, la que dejaba abierta para poder hacer el camino inverso cuando
regresaba de sus correrías cinematográficas. Junto con él iban Pepito Bazán, Jorge Cobo y alguien más a
quien no quiero recordar, no porque quiera guardar su anonimato sino por otras
razones.
Las visitas
al Rivoli como a otros cines de su “especialidad”
siempre traían consecuencias poco afectas como las picaduras de pulgas o el
chocar de roedores por nuestros pies.
Pasaron los años
y a las películas picarescas y de algunas escenas “subidas de tono” sucedieron
las películas hard core (porno duro) acogidas por los mismos cines y otros como
Ollanta (Lince), Le Paris y Colmena ya
en su época de desgracia, el San Martín en plena plaza del mismo nombre; Brasil
y Broadway en Magdalena y otros de poco decorosa “fama”.
Hoy esos cines
cerraron dando paso a nuevos modelos de multicines con salas mucho más
pequeñas. Las antiguas salas en su gran mayoría hoy se han convertido en salas
de oración de algunos grupos evangélicos e incluso fueron derruidos para
levantar enormes edificios como ha sido el caso del Diamante en Jesús María o
locales de diversión como el Mariátegui en ese distrito (local Maracaná).
Hoy somos ya
mayores a los 18 años pero el acceso al internet, formatos como Neflix y
primero, las copias en DVs terminaron con “combos” como el del Rivoli.
A pesar de ser
recuerdos hasta cierto punto cómicos, tengo que reconocer que fueron modelos
malsanos para evadir las normas desde muy jóvenes, algo que lógicamente debemos
lamentar a pesar de todo.
O convertidos en depósito como el cine Alianza de José Gálvez (cuadra 17?) en Lince. En ese cine yo he visto señoras que iban con su banca para ver a Sansón y los filisteos
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