Hará pocos días unas amistades
han regresado tras una semana de paseo en Santiago de Chile. Volvieron gratamente
impresionados por el orden, la limpieza, el muy buen servicio de transporte en el
Metro, los atractivos de la ciudad y la
muy buena hospitalidad de los chilenos.
Solemos muchas veces prejuzgar
sobre las relaciones entre vecinos. Confundimos muchas veces los intereses de
Estado y de sus clases dirigentes con los gestos de la vida diaria.
Según mis amistades, tuvieron una
grata experiencia, siempre muy bien atendidas
e informadas cuando requerían algún dato o dirección.
Ello me recuerda al finado esposo
de mi prima Chela, Miguel Estuardo quien
en los años 60s vino al Perú a probar suerte como miles de peruanos lo hicieron
en los 90s yendo a Chile.
Miguel era bajo pero de
contextura gruesa; diría muy parecido a Pablo
Mármol. Tenía una habilidad que le permitió conseguir un empleo
rápidamente. Sabía hacer empanadas al estilo chileno. Un día caminando por
Pueblo Libre entró a una panadería cuyo propietario era un italiano y preguntó
si vendía empanadas chilenas. El italiano le dijo que no y Miguel le planteó
hacerlas. El italiano le propuso hacer un par de docenas a modo de prueba. Las
empanadas “volaron”. Para ello el dueño de la panadería había quedado en
contactarse con Miguel.
Al día siguiente, los clientes
reclamaban las empanadas y el italiano no tuvo más remedio que comunicarse con
Miguel y ofrecerle una atractiva propuesta de trabajo.
Miguel conoció a mi prima Chela
en la panadería, pues ésta quedaba en los bajos del edificio donde vivía mi
prima. Al tiempo se enamoraron y casaron.
Miguel pasó a ser de la familia.
Un hombre de gran corazón. Quería y respetaba mucho a mi madre. Siempre tenía
grandes gestos con ella en fechas importantes como su cumpleaños y también cada
vez que nos visitaba. A mi tenía gran aprecio y me paseaba en su moto 125 cc
que se compró con sus ahorros.
Miguel supo superarse y terminó
siendo distribuidor de la fábrica Laive. Compró su casa en Miraflores y una de
playa en el sur de Lima. Una persona emprendedora y con muchas aspiraciones.
Lamentablemente murió relativamente joven. Qué Dios le tenga en su Gloria.
Los chilenos saben que nuestra comida es muy buena y lo dicen siempre,
a pesar que algunos dicen que el Pisco y el Suspiro Limeño son suyos; como
nosotros alabamos el gran civismo de ellos.
Creo que en una sana convivencia
se pueden limar finalmente una serie de desencuentros históricos. Conozco gente
que vive en Chile y sé lo bien que la pasan allá como mis amigos del colegio Carlos Larrañaga y Lalo Bendezú
así como mi gran amiga Susanne Biehler,
una alemana que escogió Chile como su segunda patria, casada con chileno vive muy
feliz allá con sus tres hijos. Mencionaré también a una amiga de ella, Carito, a quien conocí en su estadía
por Lima, una joven de muy buen conversar.
Finalmente mencionaré a mi “vecina” Soledad Pérez con quien siempre intercambiamos saludos quien vive
feliz con su pareja y su hija que ya debe haber iniciado sus estudios al
concluir el Bachillerato.
Un gran abrazo a mis amigos y
vecinos del sur. Que todos seamos portadores de un mensaje de paz y de amistad.
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