Ayer escuché después de tiempo la gran interpretación de José José cantando "La Nave del Olvido"; canción de inicios de los años 70' que se refiere a la despedida de un amor.
Esa canción me trae a la memoria los primeros años de esa farsa llamada "revolución peruana". Al inicio hubo un romance entre el gobierno militar y la ciudadanía, amor que se rompió tras la corrupción y la crisis derivada de medidas estatistas.
La nave del olvido se llevó a la junta militar, la que fue reemplaza por otra que finalmente entregó el poder a la civilidad en 1980. En 1977 murió el dictador Velasco y sus fans cumplieron con su "promesa" ("Chino, contigo hasta la muerte"). Tras su deceso, acabó la fidelidad de ese "romance"
Desgraciádamente así son muchos de los peruanos. Como dice otra canción, "el amor acaba". Muchos "se suben al carro ganador y se bajan a la volada" ni bien el partido ganador deja el gobierno; sino que lo diga la hoy desaparecida Anel Townsend, "la mil camisetas" de la política peruana.
De qué entonces nos quejamos de los "políticos" si los electores no son ejemplo de consecuencia y fidelidad. Es por ello que es una buena noticia el regreso del APRA, partido que el próximo 7 de mayo cumplirá 100 años. Nos puede gustar o no lo que proponen, su historia o sus líderes pero nadie -creo- podrá estar en contra de lo que representa como institucionalidad, de su orgullosa herencia transmitida por generaciones.
Ojalá hubiera no solo un APRA y que su ejemplo sirva para la existencia de partidos que trasciendan de sus fundadores.
En la mañana oí sobre alguien que debería irse en "el barco del olvido"; otro "ejemplo" de lo que no debería ser un funcionario público y menos que ocupen cargos de confianza. Comunista, barrantista, humalista, ppkausista, castillista y ahora nidista. A este Luchito no me lo den, ni regalado.
Construyamos ciudadanía (de verdad), con valores para que no existan más gente como ese "Luchito" y menos Julitos "sabelotodos y tan leales como Judas Iscariote".
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