Desde niño siempre escuché la palabra "vocación", relacionada con esa impronta que hace que decidamos seguir determinado camino profesional en nuestras vidas.
La vocación tiene que ver con alguna admiración a determinado personaje histórico o de nuestro entorno así como a un factor -muchas veces inexplicable-, lo que los creyentes decimos "designios de Dios".
Hay dos caminos que, a mi entender, se distinguen entre tantos caminos válidos y respetables. Ambos responden a un servicio desinteresado que implica una entrega total y que están signados de por vida.
Uno de ellos es el sacerdocio (nadie deja de ser sacerdote pues la Unción es Divina y Eterna aún cuando se "cuelguen los hábitos". El otro es la carrera militar o policial. No hay "ex militares o ex policías), militares o policías "en situación de retiro".
Ambos, el sacerdote y el militar o policía sirven a la sociedad desde Dios o por amor a lo más excelso, la Patria.
Habrán quienes me retruquen sacando algunos "malos ejemplos" pero las excepciones confirman la regla. El servicio sin condicionmientos requieren una entrega que pocos están dispuestos a dar. Muy pocos son los llamados y pocos los escogidos y quienes lo son incluso ofrendan hasta su vida.
A ambos casos citados agregaré el del maestro y el del médico. Uno forma vidas y otro las salva o cura.
Para mí siempre hubo ejemplos en cada caso. El Padre Vicente Santilli, sacerdote salesiano; el Mayor EP (r) Luis Torres Carreón, un ejemplar padre de familia a quien consideré siempre un padre junto con mi difunto padre y mi hermano Juan; a mi primo, el Superior PNP (r) Oscar Sunohara; mi profesor de Primero de Primaria Donato Díaz y mi amiga Sonia, formadora de universitarios y de jóvenes con habilidades diferentes y mi tío Justo Romero, mi médico que me veía de niño.
Por supuestos hay muchos casos que he conocido a lo largo de mi vida que confirman lo dicho. No cito más nombres para evitar olvidos involuntarios pero no quiero dejar de recordar a mi Hermano Salesiano Mayor EP (r) Jorge Julio Romero Castro -muerto cumpliendo con su deber en el Huallaga en 1992- , en él vi como los militares aman a nuestra Patria y cumplen el juramento de defenderla aún con su vida.
Lamentablemte las vocaciones hoy son escasas tanto para abrazar el Camino de Dios, de la Patria y del Magisterio. Es hora que -como antes- los mejores jóvenes sigan cualquier de esos caminos. La existencia de la Humanidad exige que así sea.
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